CAPITULO 16
En las semanas siguientes, las cosas iban marchando bien en
“Librocentrismo”, aunque en los primeros días la espera me consumía (ya que el
ritmo de venta no era el que esperaba), puse a prueba mi tolerancia y mi
paciencia. Tenía que estar consciente que el Perú no es un país que necesariamente
es conocido por la lectura, es más los índices están muy bajos y eso me
impacientaba un poco, pero luego de algunas semanas y luego de un arduo trabajo
de publicidad de mi amigo, poco a poco se iba corriendo la voz y la gente iba
llegando a comprar. Las ofertas eran buenas y todo iba a ritmo constante.
Luego de todo aquel periodo en el que me dediqué de integro
a la estabilización, o por lo menos a marcar el camino de la librería, me di
cuenta que había descuidado un poco mi vida personal. Aunque no me interesaba
nada en el lado sentimental, mis amigos habían sido descuidados y ya poco o
nada solía visitarlos.
Decidí ir a visitar a Gaby de vez en cuando, tratando de no
ser inoportuno con sus estudios y nos tomábamos largas tardes conversando y riéndonos,
era inevitable pasarla mal con ella. Y así pasaba mis semanas entre el negocio
y mis amigos, procurando dedicar el tiempo a la familia cuando se pudiese.
Recuerdo que una vez, luego de varias semanas ausente,
decidí entrar al internet, el chat era otra de las formas que había encontrado
para mantenerme en contacto con mis amigos y familia. Era increíble como el tiempo
se iba volando mientras tecleaba y mantenía largos diálogos con todos. Aquel día
ingresé a mi plataforma de chat y vi que Jessica estaba conectada, su nombre
iba acompañado de un círculo verde que en ese entonces indicaba que una persona
estaba disponible para chatear. En aquella oportunidad no estaba para jueguitos
tontos y esperar quien escribiría primero o quien iniciaría la conversación. Tomé
la iniciativa y decidí ser yo quien empiece el diálogo:
—
Hola Jessica, ¿cómo estás?—
escribí acompañando mi saludo con un emoticón de cara feliz.
— Hola
Jaime, que gusto volverte a encontrar después de un largo tiempo— su respuesta
no demoró mucho tiempo.
— Así
es, tú sabes, el negocio y todo aquello me tiene un poco ocupado, pero luego de
varias semanas manteniendo en orden todo, nuevamente estoy regresando a la vida
social.
— Me
alegra mucho eso, no es bueno que te pierdas mucho tiempo por acá. ¿Cómo va
Librocentrismo?
— Pues
bien, como te digo las cosas al inicio iban un poco lenta pero al parecer poco
a poco está repuntando. Es cuestión de paciencia creo yo.
— Así
es, todo en los negocios es así. La vez pasada estuve por la librería pero no
te vi. Fui con unas amigas a comprar unos libros que nos había pedido y los
encontramos a un precio bien cómodo.
— Estoy
de vez en cuando, tú sabes, no todo es estar encerrado ahí, también tengo
reuniones con algunas editoriales para seguir solicitando más ejemplares y más
descuentos desde luego.
—
Bueno eso sí— contestó ella
dejando un momento de vacío entre la conversación de ambos.
Durante toda mi vida, hay cosas que nunca he llegado a
explicarme con claridad. Desde que era muy joven he tenido, no sé bien si
llamarlo una especie de sexto sentido o algo parecido, pero era algo que por
dentro me indicaba que pasaba algo o que me permitía darme cuenta de las cosas
con una claridad que muchos no podrían ver ni con todo su esfuerzo posible. Aquello
me ayudó mucho a la hora de dar consejos y sobre todo a la hora de ganarme la
confianza de las personas que recién conocía.
—
Jessica, ¿y tú como estas? ¿Todo
bien?— pregunté impulsado por algo que me decía que no todo andaba bien al otro
lado de la pantalla.
— Sí,
no te preocupes— respondió rápidamente ella, e imaginaba que si estuviese
enfrente mío ya hubiese dibujado una sonrisa en su rostro, pero también sabía
que esa sonrisa no hubiese sido de alegría sino de disimulo.
— ¿Estás
segura? Sé que de repente no nos conocemos mucho, pero Gaby ya te habrá contado
que tengo una especie de sexto sentido que aunque no te tenga frente mío, me
permite intuir que algo pasa— digité de esa manera, tratando de no incomodar a
Jessica.
— Bueno
sí, Gaby me ha contado. La verdad me siento un poco triste— Genial, pensé, no
por lo que le pasaba a ella, sino que sabía que aquello me daría un buen inicio
para ganarme su confianza.
— ¿Qué
ha pasado? No quiero pecar de inoportuno con mi intromisión, pero si necesitas alguien
con quien hablar, por favor cuenta conmigo.
— ¿De
veras? Te lo agradezco mucho, ya que a pesar de todo lo que tienes que hacer,
pretendes tomarte un tiempo para escucharme.
— Me
encantaría mucho, no hemos tenido oportunidad de conocernos más de lo que nos
conocemos y si puedes contar conmigo para esto yo encantado.
— Está
bien, se ve que eres una buena persona y te agradezco por este detalle.
— De
nada. Pero dime, ¿Por qué estas triste?
— Mi
casa— como por acto de inercia ella contestó— Tengo problemas en casa, tú
sabes, uno no está libre de esas cosas, pero últimamente la situación se ha
venido complicando un poco.
— Por
supuesto, te entiendo, no siempre las cosas pueden ir como uno quiere, pero en
sí que ha pasado. ¿Son problemas económicos cierto?
—
Pues sí— note incomodidad en
su respuesta. Cada cosa que ella ponía me hacía imaginar cómo se sentiría ella,
lo que me permitía seguir avanzando sin causarle mucha incomodidad.
A medida que avanzaban los minutos, Jessica iba abriendo su
vida personal hacia mí, era algo que me hacía sentir bien porque entendía que
me estaba ganando su confianza, pero a su vez me apenaba ya que sabía que era
una situación difícil. Los segundos se hicieron minutos, los minutos se
hicieron horas, frase típica pero en ese momento muy real. Ya era casi
medianoche y ambos seguíamos enfrascados en esa conversación ignorando a los
otros contactos que seguían hablando pero que desistieron luego de varios
intentos más.
Ya cuando era muy tarde, una y media de la madrugada:
—
Jaime lo siento mucho, ya es
muy tarde y seguramente tú tienes cosas que hacer mañana, no sabes cuánto lo
siento.
— No
te preocupes Jessica, mientras haya podido ayudarte, la hora no interesa.
— De
veras que sí, me he sentido muy bien después de hablar contigo, te agradezco
mucho nuevamente.
— Por
favor cuenta conmigo cuando desees, trataré de estar más seguido por acá para
conversar.
—
Me encantaría, gracias
nuevamente y descansa.
Nuestra tendida conversación acabó ahí, me recosté muy
cansado en mi cama, no sé si por la rutina del negocio o por la luz de la
pantalla que hacía que la vista me arda. Medité de todo lo que Jessica me había
contado, aunque las cosas no eran buenas, sabía que había más en el fondo,
mucho más que por lógica Jessica no había querido contarme, pero sabía que
muchas de las sonrisas que ella emanaba, eran una máscara a la realidad que por
dentro ella vivía, y aunque pareciese extraño, era algo que me hacía sentirme
ligado a ella. Me ha gustado involucrarme con los problemas de las personas, no
por metiche, sino porque siento que es una retribución a la confianza que las
personas depositan en mí, pero para ello tengo que llegar al fondo del asunto y
con eso encontrar una solución.
En el caso de Jessica, sabía que las cosas eran diferentes,
a pesar que ella había empezado a contarme sus problemas o alguno de ellos, había
más y yo estaba dispuesto a entrar al fondo para poder ayudarla. Era lo mío.
Aquella noche dormí con esa consigna.
Nuestras conversaciones se hicieron más frecuentes, el
nivel de confianza entre ambos se había visto incrementado también y eso nos
hacía sentir bien a ambos. Nos contábamos cosas de nuestras familias y nos
divertíamos. Llegué a encontrar en aquella muchacha sonriente, un lado que
seguro no muchos conocían y que poco a poco yo aprendía a conocer. Las cosas
marchaban bien, ella me contaba las cosas que le pasaban, pero aun con todo yo
sentía que había más, ella tenía más problemas en el fondo, pero seguramente no
los quería involucrar en nuestras tan amenas conversaciones.
Pasaron varias semanas en las que ella y yo conversábamos
diariamente. Ambos esperábamos impacientes las siete de la noche— hora en la
que ambos sin previa coordinación pero por costumbre entrábamos al chat— y nos
enfrascábamos en largas conversaciones. A pesar de que las charlas eran
diariamente, siempre encontrábamos algo de que conversar, ahí estaba lo
interesante, no nos aburríamos y por lo contrario queríamos que las noches
fuesen interminables para seguir conversando.
—
Jaime de veras que han pasado
varias semanas desde que venimos conversando seguido. Eres muy divertido.
— Gracias
Jessica, yo también me divierto mucho contigo, eres una chica muy alegre— al
parecer ambos nos olvidábamos de nuestros problemas cuando conversábamos. A
veces no es necesario dar un buen consejo para aliviar las cosas, basta con una
conversación que nos deje conformes para recobrar la frescura que nos permita
tomar las decisiones más acertadas. Eso es lo que pasaba entre Jessica y yo.
—
Sé que te sonará extraño lo
que te voy a poner, pero aunque no creas, te veo como un hermanito, como un
hermano por la confianza que nos tenemos— y acompañó su frase con un emoticón
de una carita sonrojada.
Aunque aquello me hiso sentir bien, pues me había ganado la
confianza de Jessica a tal punto que me consideraba un hermano, por otro lado
me llenó de interrogantes ¿Después de tan
bien que nos llevamos y la confianza que nos tenemos, me considera sólo un
hermano?, me preguntaba por dentro, aunque no entendía bien por qué, si yo
a ella aparentemente también la veía como una amiga, o por lo menos eso creía. Pero
no acababa ahí, al parecer era algo más ¿será
que me está empezando a gustar Jessica? no, no, eso no puede ser, ¿O sí?,
era otra de las interrogantes que me planteaba luego que ella me dijo lo de “ser
hermanos”.
Sabía que ella tenía un hermano, y de repente la confianza
que tenía conmigo también la tenía con él, por eso me consideró todo este
tiempo así. Por mi lado, se me hacía más complicado descifrarlo, yo no tengo
hermanas mujeres, y de repente lo que yo veía en ella era también el cariño de
una hermana y no lo sabía, me sentía un poco confundido. Pero en fin, decidí no
atormentarme y tomar eso de “hermanos” como lo que era, una muestra de cariño
entre ambos.
—
Yo también te tengo mucha
confianza Jessica, como una “hermanita”— escribí por compromiso.
— ¿De
veras?, entonces nos podemos llamar “hermanitos”— aquello me pareció un poco
cursi y me generó risas, estaba casi convencido que si uno de mis amigos sabía
de esto, iba a ser la burla por mucho tiempo, pero aun con todo, no me podía
negar a tal petición de Jessica.
—
Me gusta la idea, seremos “hermanitos”—
me sonreí de lo que puse, no lo podía creer, aunque por el contexto me parecía
algo válido.
A partir de ese entonces, Jessica y yo fuimos “hermanitos”,
como es lógico era un apelativo que ambos nos habíamos puesto por la confianza
y el cariño que nos habíamos tomado, sin pasar los límites de la amistad.
Cada conversación en los próximos días iniciaban con un
gracioso: hola hermanito ¿cómo estás?
Y tenía que responder lo mismo Hola
hermanita, yo bien ¿y tú?, ya era cosa de todos los días el hablar y cada
vez conocernos más. Lo más curioso es que ambos no salíamos juntos, el tiempo
era un factor que nos jugaba en contra, por ello se nos complicaba mucho encontrarnos
y poder salir a pasear, a pesar de eso, nos las ingeniamos para salir un par de
veces antes del día en que inició todo.
La primera vez, ambos fuimos al cine. Me animé a invitarla,
con intenciones de amigos cabe recalcar, y ella aceptó encantada. Nos encontramos
un sábado por la tarde y luego de ir un rato a “Librocentrismo” a ver cómo
marchaba todo, fuimos al cine a ver una película de terror, sí lo sé, es un clásico
ir a ver una película de terror con una mujer.
Aquella vez la sala, sorprendentemente, no estaba muy llena
y luego de comprar un par de boletos, un balde con cancha y bebidas ingresamos
a la parte media de la sala de cine. Luego de transcurrida la mitad de la película
entre los gritos de los actores y las escenas sangrientas que al parecer las
películas de terror están acostumbrando— hago un paréntesis para recalcar que
ya no habrán películas como “El exorcista” o “La Profecía”, que no necesitan de
mucha sangre para causar terror “elegante” como lo llamo yo— Jessica y yo
quedamos juntos, en medio de la sala. Antes de ingresar a ver la película, ella
me había comentado su temor por las películas de terror, es por eso que en
medio de la película y en una de las escenas más sangrientas su rostro quedó
sobre mi hombro y yo tratando de calmarla, terminé abrazándola y ella
correspondió. Así acabamos de ver la película y me sentí bien abrazándola y al
parecer ella se sentía cómoda junto a mí también. Podía sentir de cerca el
exquisito olor de su cabello, pero no tenía intenciones de ir más allá que una íntima
amistad.
La segunda vez que salimos, fuimos a visitar a Gaby. Jessica
y yo quedamos en ir a visitarla de sorpresa y muy sorprendidos terminamos nosotros
al no encontrarla en casa. Pero luego de algunas llamadas Gaby regresó
velozmente en un taxi y los tres ingresamos a su casa. Pasamos una divertida
tarde y Gaby nuevamente hizo gala de su sarcasmo:
—
Me alegra mucho chicos que me
hayan visitado, aunque hubiesen llamado para atenderlos y no hacerlos esperar.
Jessica veo que estás saliendo más seguido de tu casa— dijo Gaby con una mirada
burlona.
— Si
Gaby, antes tú sabes que no salía mucho.
—
Pero ahora ya tienes quien te
acompañe— Gaby replicó de inmediato, como si tuviese pensado lo que iba a decir.
Eso despertó una tímida sonrisa en Jessica que terminó por sonrojarla. Yo también
sonreí para no sonrojarme ya que sabía con qué obvias intenciones Gaby había dicho
eso.
Jessica y yo nos
retiramos de la casa de Gaby y de tanto en tanto cuando no conversábamos, nos
mirábamos curiosamente y desviábamos la mirada como dos colegiales. Algo estaba
pasando, pero yo me resistía a descartar cualquier hipótesis porque seguía
teniendo en mente aquella frase que sentenció para mí cualquier posibilidad si
es que alguna vez la hubo: “deberíamos ser hermanitos”. Muy gracioso, pero
limitante.
En una de las tantas noches que conversábamos, Jessica y yo
quedamos en ir un fin de semana a uno de los en ese entonces parques remodelados
del centro de Lima y aunque en el fondo ni ella ni yo sospechamos lo que iba a
pasar, nos encontrábamos a algunas horas de lo que marcaría el inicio.
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