domingo, 13 de octubre de 2013

VOLVER AL PASADO: CAPÍTULO 16

CAPITULO 16

En las semanas siguientes, las cosas iban marchando bien en “Librocentrismo”, aunque en los primeros días la espera me consumía (ya que el ritmo de venta no era el que esperaba), puse a prueba mi tolerancia y mi paciencia. Tenía que estar consciente que el Perú no es un país que necesariamente es conocido por la lectura, es más los índices están muy bajos y eso me impacientaba un poco, pero luego de algunas semanas y luego de un arduo trabajo de publicidad de mi amigo, poco a poco se iba corriendo la voz y la gente iba llegando a comprar. Las ofertas eran buenas y todo iba a ritmo constante.
Luego de todo aquel periodo en el que me dediqué de integro a la estabilización, o por lo menos a marcar el camino de la librería, me di cuenta que había descuidado un poco mi vida personal. Aunque no me interesaba nada en el lado sentimental, mis amigos habían sido descuidados y ya poco o nada solía visitarlos.

Decidí ir a visitar a Gaby de vez en cuando, tratando de no ser inoportuno con sus estudios y nos tomábamos largas tardes conversando y riéndonos, era inevitable pasarla mal con ella. Y así pasaba mis semanas entre el negocio y mis amigos, procurando dedicar el tiempo a la familia cuando se pudiese.
Recuerdo que una vez, luego de varias semanas ausente, decidí entrar al internet, el chat era otra de las formas que había encontrado para mantenerme en contacto con mis amigos y familia. Era increíble como el tiempo se iba volando mientras tecleaba y mantenía largos diálogos con todos. Aquel día ingresé a mi plataforma de chat y vi que Jessica estaba conectada, su nombre iba acompañado de un círculo verde que en ese entonces indicaba que una persona estaba disponible para chatear. En aquella oportunidad no estaba para jueguitos tontos y esperar quien escribiría primero o quien iniciaría la conversación. Tomé la iniciativa y decidí ser yo quien empiece el diálogo:
     Hola Jessica, ¿cómo estás?— escribí acompañando mi saludo con un emoticón de cara feliz.
     Hola Jaime, que gusto volverte a encontrar después de un largo tiempo— su respuesta no demoró mucho tiempo.
     Así es, tú sabes, el negocio y todo aquello me tiene un poco ocupado, pero luego de varias semanas manteniendo en orden todo, nuevamente estoy regresando a la vida social.
     Me alegra mucho eso, no es bueno que te pierdas mucho tiempo por acá. ¿Cómo va Librocentrismo?
     Pues bien, como te digo las cosas al inicio iban un poco lenta pero al parecer poco a poco está repuntando. Es cuestión de paciencia creo yo.
     Así es, todo en los negocios es así. La vez pasada estuve por la librería pero no te vi. Fui con unas amigas a comprar unos libros que nos había pedido y los encontramos a un precio bien cómodo.
     Estoy de vez en cuando, tú sabes, no todo es estar encerrado ahí, también tengo reuniones con algunas editoriales para seguir solicitando más ejemplares y más descuentos desde luego.
     Bueno eso sí— contestó ella dejando un momento de vacío entre la conversación de ambos.

Durante toda mi vida, hay cosas que nunca he llegado a explicarme con claridad. Desde que era muy joven he tenido, no sé bien si llamarlo una especie de sexto sentido o algo parecido, pero era algo que por dentro me indicaba que pasaba algo o que me permitía darme cuenta de las cosas con una claridad que muchos no podrían ver ni con todo su esfuerzo posible. Aquello me ayudó mucho a la hora de dar consejos y sobre todo a la hora de ganarme la confianza de las personas que recién conocía.
     Jessica, ¿y tú como estas? ¿Todo bien?— pregunté impulsado por algo que me decía que no todo andaba bien al otro lado de la pantalla.
     Sí, no te preocupes— respondió rápidamente ella, e imaginaba que si estuviese enfrente mío ya hubiese dibujado una sonrisa en su rostro, pero también sabía que esa sonrisa no hubiese sido de alegría sino de disimulo.
     ¿Estás segura? Sé que de repente no nos conocemos mucho, pero Gaby ya te habrá contado que tengo una especie de sexto sentido que aunque no te tenga frente mío, me permite intuir que algo pasa— digité de esa manera, tratando de no incomodar a Jessica.
     Bueno sí, Gaby me ha contado. La verdad me siento un poco triste— Genial, pensé, no por lo que le pasaba a ella, sino que sabía que aquello me daría un buen inicio para ganarme su confianza.
     ¿Qué ha pasado? No quiero pecar de inoportuno con mi intromisión, pero si necesitas alguien con quien hablar, por favor cuenta conmigo.
     ¿De veras? Te lo agradezco mucho, ya que a pesar de todo lo que tienes que hacer, pretendes tomarte un tiempo para escucharme.
     Me encantaría mucho, no hemos tenido oportunidad de conocernos más de lo que nos conocemos y si puedes contar conmigo para esto yo encantado.
     Está bien, se ve que eres una buena persona y te agradezco por este detalle.
     De nada. Pero dime, ¿Por qué estas triste?
     Mi casa— como por acto de inercia ella contestó— Tengo problemas en casa, tú sabes, uno no está libre de esas cosas, pero últimamente la situación se ha venido complicando un poco.
     Por supuesto, te entiendo, no siempre las cosas pueden ir como uno quiere, pero en sí que ha pasado. ¿Son problemas económicos cierto?
     Pues sí— note incomodidad en su respuesta. Cada cosa que ella ponía me hacía imaginar cómo se sentiría ella, lo que me permitía seguir avanzando sin causarle mucha incomodidad.

A medida que avanzaban los minutos, Jessica iba abriendo su vida personal hacia mí, era algo que me hacía sentir bien porque entendía que me estaba ganando su confianza, pero a su vez me apenaba ya que sabía que era una situación difícil. Los segundos se hicieron minutos, los minutos se hicieron horas, frase típica pero en ese momento muy real. Ya era casi medianoche y ambos seguíamos enfrascados en esa conversación ignorando a los otros contactos que seguían hablando pero que desistieron luego de varios intentos más.
Ya cuando era muy tarde, una y media de la madrugada:
     Jaime lo siento mucho, ya es muy tarde y seguramente tú tienes cosas que hacer mañana, no sabes cuánto lo siento.
     No te preocupes Jessica, mientras haya podido ayudarte, la hora no interesa.
     De veras que sí, me he sentido muy bien después de hablar contigo, te agradezco mucho nuevamente.
     Por favor cuenta conmigo cuando desees, trataré de estar más seguido por acá para conversar.
     Me encantaría, gracias nuevamente y descansa.

Nuestra tendida conversación acabó ahí, me recosté muy cansado en mi cama, no sé si por la rutina del negocio o por la luz de la pantalla que hacía que la vista me arda. Medité de todo lo que Jessica me había contado, aunque las cosas no eran buenas, sabía que había más en el fondo, mucho más que por lógica Jessica no había querido contarme, pero sabía que muchas de las sonrisas que ella emanaba, eran una máscara a la realidad que por dentro ella vivía, y aunque pareciese extraño, era algo que me hacía sentirme ligado a ella. Me ha gustado involucrarme con los problemas de las personas, no por metiche, sino porque siento que es una retribución a la confianza que las personas depositan en mí, pero para ello tengo que llegar al fondo del asunto y con eso encontrar una solución.
En el caso de Jessica, sabía que las cosas eran diferentes, a pesar que ella había empezado a contarme sus problemas o alguno de ellos, había más y yo estaba dispuesto a entrar al fondo para poder ayudarla. Era lo mío.
Aquella noche dormí con esa consigna.
Nuestras conversaciones se hicieron más frecuentes, el nivel de confianza entre ambos se había visto incrementado también y eso nos hacía sentir bien a ambos. Nos contábamos cosas de nuestras familias y nos divertíamos. Llegué a encontrar en aquella muchacha sonriente, un lado que seguro no muchos conocían y que poco a poco yo aprendía a conocer. Las cosas marchaban bien, ella me contaba las cosas que le pasaban, pero aun con todo yo sentía que había más, ella tenía más problemas en el fondo, pero seguramente no los quería involucrar en nuestras tan amenas conversaciones.
Pasaron varias semanas en las que ella y yo conversábamos diariamente. Ambos esperábamos impacientes las siete de la noche— hora en la que ambos sin previa coordinación pero por costumbre entrábamos al chat— y nos enfrascábamos en largas conversaciones. A pesar de que las charlas eran diariamente, siempre encontrábamos algo de que conversar, ahí estaba lo interesante, no nos aburríamos y por lo contrario queríamos que las noches fuesen interminables para seguir conversando.
     Jaime de veras que han pasado varias semanas desde que venimos conversando seguido. Eres muy divertido.
     Gracias Jessica, yo también me divierto mucho contigo, eres una chica muy alegre— al parecer ambos nos olvidábamos de nuestros problemas cuando conversábamos. A veces no es necesario dar un buen consejo para aliviar las cosas, basta con una conversación que nos deje conformes para recobrar la frescura que nos permita tomar las decisiones más acertadas. Eso es lo que pasaba entre Jessica y yo.
     Sé que te sonará extraño lo que te voy a poner, pero aunque no creas, te veo como un hermanito, como un hermano por la confianza que nos tenemos— y acompañó su frase con un emoticón de una carita sonrojada.
Aunque aquello me hiso sentir bien, pues me había ganado la confianza de Jessica a tal punto que me consideraba un hermano, por otro lado me llenó de interrogantes ¿Después de tan bien que nos llevamos y la confianza que nos tenemos, me considera sólo un hermano?, me preguntaba por dentro, aunque no entendía bien por qué, si yo a ella aparentemente también la veía como una amiga, o por lo menos eso creía. Pero no acababa ahí, al parecer era algo más ¿será que me está empezando a gustar Jessica? no, no, eso no puede ser, ¿O sí?, era otra de las interrogantes que me planteaba luego que ella me dijo lo de “ser hermanos”.
Sabía que ella tenía un hermano, y de repente la confianza que tenía conmigo también la tenía con él, por eso me consideró todo este tiempo así. Por mi lado, se me hacía más complicado descifrarlo, yo no tengo hermanas mujeres, y de repente lo que yo veía en ella era también el cariño de una hermana y no lo sabía, me sentía un poco confundido. Pero en fin, decidí no atormentarme y tomar eso de “hermanos” como lo que era, una muestra de cariño entre ambos.
     Yo también te tengo mucha confianza Jessica, como una “hermanita”— escribí por compromiso.
     ¿De veras?, entonces nos podemos llamar “hermanitos”— aquello me pareció un poco cursi y me generó risas, estaba casi convencido que si uno de mis amigos sabía de esto, iba a ser la burla por mucho tiempo, pero aun con todo, no me podía negar a tal petición de Jessica.
     Me gusta la idea, seremos “hermanitos”— me sonreí de lo que puse, no lo podía creer, aunque por el contexto me parecía algo válido.
A partir de ese entonces, Jessica y yo fuimos “hermanitos”, como es lógico era un apelativo que ambos nos habíamos puesto por la confianza y el cariño que nos habíamos tomado, sin pasar los límites de la amistad.
Cada conversación en los próximos días iniciaban con un gracioso: hola hermanito ¿cómo estás? Y tenía que responder lo mismo Hola hermanita, yo bien ¿y tú?, ya era cosa de todos los días el hablar y cada vez conocernos más. Lo más curioso es que ambos no salíamos juntos, el tiempo era un factor que nos jugaba en contra, por ello se nos complicaba mucho encontrarnos y poder salir a pasear, a pesar de eso, nos las ingeniamos para salir un par de veces antes del día en que inició todo.
La primera vez, ambos fuimos al cine. Me animé a invitarla, con intenciones de amigos cabe recalcar, y ella aceptó encantada. Nos encontramos un sábado por la tarde y luego de ir un rato a “Librocentrismo” a ver cómo marchaba todo, fuimos al cine a ver una película de terror, sí lo sé, es un clásico ir a ver una película de terror con una mujer.
Aquella vez la sala, sorprendentemente, no estaba muy llena y luego de comprar un par de boletos, un balde con cancha y bebidas ingresamos a la parte media de la sala de cine. Luego de transcurrida la mitad de la película entre los gritos de los actores y las escenas sangrientas que al parecer las películas de terror están acostumbrando— hago un paréntesis para recalcar que ya no habrán películas como “El exorcista” o “La Profecía”, que no necesitan de mucha sangre para causar terror “elegante” como lo llamo yo— Jessica y yo quedamos juntos, en medio de la sala. Antes de ingresar a ver la película, ella me había comentado su temor por las películas de terror, es por eso que en medio de la película y en una de las escenas más sangrientas su rostro quedó sobre mi hombro y yo tratando de calmarla, terminé abrazándola y ella correspondió. Así acabamos de ver la película y me sentí bien abrazándola y al parecer ella se sentía cómoda junto a mí también. Podía sentir de cerca el exquisito olor de su cabello, pero no tenía intenciones de ir más allá que una íntima amistad.
La segunda vez que salimos, fuimos a visitar a Gaby. Jessica y yo quedamos en ir a visitarla de sorpresa y muy sorprendidos terminamos nosotros al no encontrarla en casa. Pero luego de algunas llamadas Gaby regresó velozmente en un taxi y los tres ingresamos a su casa. Pasamos una divertida tarde y Gaby nuevamente hizo gala de su sarcasmo:
     Me alegra mucho chicos que me hayan visitado, aunque hubiesen llamado para atenderlos y no hacerlos esperar. Jessica veo que estás saliendo más seguido de tu casa— dijo Gaby con una mirada burlona.
     Si Gaby, antes tú sabes que no salía mucho.
     Pero ahora ya tienes quien te acompañe— Gaby replicó de inmediato, como si tuviese pensado lo que iba a decir. Eso despertó una tímida sonrisa en Jessica que terminó por sonrojarla. Yo también sonreí para no sonrojarme ya que sabía con qué obvias intenciones Gaby había dicho eso.
 Jessica y yo nos retiramos de la casa de Gaby y de tanto en tanto cuando no conversábamos, nos mirábamos curiosamente y desviábamos la mirada como dos colegiales. Algo estaba pasando, pero yo me resistía a descartar cualquier hipótesis porque seguía teniendo en mente aquella frase que sentenció para mí cualquier posibilidad si es que alguna vez la hubo: “deberíamos ser hermanitos”. Muy gracioso, pero limitante.

En una de las tantas noches que conversábamos, Jessica y yo quedamos en ir un fin de semana a uno de los en ese entonces parques remodelados del centro de Lima y aunque en el fondo ni ella ni yo sospechamos lo que iba a pasar, nos encontrábamos a algunas horas de lo que marcaría el inicio.

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