CAPITULO XI
En ese momento ingresé a la casa de Gaby, por alguna
extraña razón me sentía emocionado, entusiasmado, como si en el fondo eso era
lo que estaba esperando, verla a ella ahí.
—
Pasa Jaime, estábamos
escuchando música— me dijo Gaby dándome un beso en la mejilla.
— Que
gusto verte de nuevo— intervino Jessica, saludándome también— Hace media hora
aproximadamente que acabo de llegar.
—
El gusto es mío, no esperaba
encontrarte acá pero me alegro—añadí.
Los tres nos sentamos en unos cómodos sillones de cuero que
tenía Gaby en una especie de terraza con vista a la calle, el clima estaba templado
y era un ambiente propicio para una buena conversación.
—
Me da gusto que hayas decidido
salir de tu casa, tiempo que no venías a visitarme— dijo Gaby con una sonrisa,
dando inicio a la conversación.
— Bueno
lo que pasa es que venía a contarte algo que ha pasado recientemente, así que
quise hacerlo personalmente.
—
Que sorpresa traerás esta vez.
En ese momento me di cuenta que Jessica se sonrojó, al
parecer se había incomodado por haber pensado que no estaba en el momento
adecuado, que había ido para contarle algo personal a Gaby y por ende ella no
tenía lugar en aquella circunstancia.
—
Si necesitan conversar en
privado, por favor háganmelo saber. No quisiera incomodarlos, puedo volver otro
día Gaby— dijo Jessica y de inmediato desprendió una sonrisa que pude interpretar
como una sonrisa para tratar de apaciguar su incomodidad.
Gaby la miró como diciéndole espera un momento, y acto seguido me miró a mi como preguntándome ¿Qué hago, le digo que se vaya? ¿Es algo muy
personal lo que me tienes que decir?
El tiempo que practique la política en la universidad, me
hiso entender mejor el juego de miradas, uno puede interpretar mucho de ellas y
me ha servido en mi día a día.
—
Que ocurrencia Jessica, por
favor no incomodas— dije en tono conciliador, como dándole seguridad a la ya
incómoda joven. Vi como Gaby también dejó ver una sonrisa de alivio.
— ¿Estás
seguro?— dijo Jessica mirándome fijamente, no sé si buscando algún indicio que
pudiera hacerle ver que realmente su presencia no era la adecuada.
— Cien
por ciento seguro— le dije mirándola fijamente y al parecer aquello hizo que
nuevamente Jessica entrara en confianza con el grupo.
—
Bueno y que te trae por acá
entonces —dijo Gaby.
En ese momento trataba de procesar la forma de contar lo
que había pasado, tampoco quería quedar como un tipo rebelde, como un aventurero
en la vida sin un rumbo definido que había optado por dar un paso atrás y
regresar a su casa. No, eso no. El Jaime de ese entonces era demasiado
orgulloso para hacer algo así. Su típico ego lo empujaba a mentir si era
necesario, no por maldad, por orgullo y más orgullo.
No pretendía quedar mal ante una estudiante de medicina que
anhelaba convertirse en una de la más importante y que por lo visto tenía las metas
claras. Ni delante de mi amiga Gaby, que durante tiempo me había respetado y me
había considero uno de sus amigos más inteligentes y por ello solía consultarme
varias cosas de vez en cuando.
—
He regresado a mi casa— dije
sorpresivamente, frío y directo, tenía que tomar las riendas de la conversación
desde el inicio. Era la mejor manera, el factor sorpresa. Y por lo visto resultó,
como era de esperar a Gaby le sorprendió más que a Jessica, ya que ella me
conocía más.
— No
esperaba escuchar esa noticia— añadió tímidamente Gaby como tratando de
sobreponerse a la noticia. Ella me había conocido por mucho tiempo, como para
entender que una decisión así no habría sido fácil, intuí que me quería
preguntar más cosas, pero vio que Jessica estaba ahí, desconcertada y sin saber
muy bien que estaba pasando.
— Mis
padres me pidieron para volver— adelanté la respuesta a la ahogada pregunta que
Gaby quería hacerme.
—
Bueno me alegro que lo hayas
hecho por tus padres— intervino por fin Jessica, aun sin entender porque aquel
acto había despertado tanta sorpresa en su amiga Gaby, pero sólo atinó a alegrarse
por aquella decisión que fuese vista por cualquier ángulo era la adecuada.
Noté que Gaby se normalizó nuevamente y siguió la ilación
de la conversación.
—
¿Cuándo ha sido? ¿Cómo así?—
me preguntó en un tono alegre pero a su vez pude notar que sus ojos me miraban
como diciéndome ambos tenemos que hablar luego para ver que pasó.
—
Bueno en realidad, sentí que
mi familia me necesita —y empecé con lo que mejor me salía, improvisar— entendí
que yo era el hombre de la casa, ya que mi padre está trabajando lejos y mi
responsabilidad para con mi familia me llevó a tomar esta decisión. No lo miro
como un retroceso, lo miro como un avance, un avance hacia la consolidación de
mi familia, hacía el éxito no sólo mío, sino de todos los que me rodean.
Al parecer aquella forma de hablar, había calado hondo en
Jessica, que escuchaba admirada cada palabra que salía de mí, como si estuviese
escuchando un recital de poesía o como si una niña estuviese escuchando a su
padre contar una historia de esas que son comunes entre los niños. Noté que
ella escuchaba atenta y seguí.
—
Luego de haber estado algún
tiempo en la soledad de mi departamento trabajando en proyectos ambiciosos en
el futuro, me di cuenta que me faltaba algo, sentía un vacío en mí, sentía que
me faltaba mi familia. La familia es lo más importante— dije en tono poético,
casi mágico y de reojo vi que Jessica me miraba admirada, como si estuviese
viendo al premio Nobel de la Paz— Es por ello que convoqué a mis padres y mi
hermano y les dije hablando con ellos en tono conciliador que si bien es
cierto, podría implicar una demora en mis proyectos, tenía que estar cerca a mi
familia, que era lo más importante.
Jessica sonreía, creo que estaba a punto de aplaudir y
miraba sonriendo a Gaby, ella la miró y
también atinó a sonreírse por compromiso. Luego Gaby me miró a mí y vi en su
mirada fulminante un mensaje claro ¿Qué diablos
te pasa? Te conozco Jaime, ambos sabemos que la historia no fue así, ya
hablaremos, ya hablaremos. La miré y correspondí con una sonrisa, como si
todo estuviese bien. Por aquellos tiempos me gustó tener siempre el control de
las situaciones y aquella vez no era la excepción.
—
Guau, que profundas tus
palabras, de veras me alegra que hayas vuelto a tu casa de esa manera, por ese
fin— dijo Jessica aún sorprendida por lo que había oído.
—
Gracias Jessica, de verás a
veces un hombre tiene que asumir sus responsabilidad y no huir de ellas — dije
mirando al cielo.
No me sentía mal del todo, pues todo no había sido falso,
había regresado también por mi familia, porque los extrañaba y necesitaba de
ellos y sabía que ellos necesitaban de mí. Pero soy consciente que exageré en
muchas cosas, cosas que luego me pasarían factura en la vida.
Al parecer aquellas palabras no le habían hecho gracia del
todo a Gaby que sonreía disimuladamente pero a su vez me miraba aún con muchas
interrogantes.
—
Bueno lo importante es que
todo salió bien y las cosas han vuelto a ser como antes por mi casa, estamos
bien todos. Por eso que vine a tu casa Gaby para avisarte que estaba de vuelta—
esperaba poder calmar un poco a Gaby que me miraba aun extrañamente.
— Bueno—
dijo con un suspiro mi buena amiga— lo importante es que todo está bien.
— Claro.
Bueno que han planeado para estar tarde tranquila —quería conciliar los ánimos.
— En
realidad sólo estábamos acá escuchando música —escuché decir a Jessica con una
sonrisa en el rostro.
— Que
les parece si las invito al cine y de ahí vamos a pasear un rato, han sido días
un poco locos para mí así que necesito distraerme, claro si es que ustedes están
de acuerdo.
— Por
mi está bien, me encantaría—dijo Jessica mirando instintivamente a Gaby que se
sentía entre la espada y la pared.
— Está
bien, voy a avisarle a mi mamá y a alistarme, espérenme un rato.
—
Acá estaremos— finalicé.
Vi como Gaby se marchaba y bajaba las escaleras,
seguramente buscando a su mamá a pedirle permiso. Cuando se perdió me di cuenta
que estaba solo con Jessica, la miré y sonreí, ella hizo lo mismo. Me encontré
en una situación incómoda, no me había dado cuenta que era la primera vez que
me quedaba solo con ella. Al parecer la incomodidad era mutua. Así habremos
pasada un par de minutos, yo mirando constantemente a ver si Gaby venía y nos
sacaba de ésta. Si no fuese por la música que aún sonaba con volumen bajo creo
que aquel momento hubiese sido lo más parecido a un velorio.
A pesar de haber sido una persona siempre con algo que
decir, ésta vez era diferente, sentía que era diferente, no sabía que decir o
que hablar.
—
Ah verdad, no he avisado nada
en casa, van a pensar que estoy acá cuando en realidad no es así— finalmente
dijo algo Jessica con tono de preocupación.
Esa era la iniciativa que estaba esperando, al fin se rompió
el hielo, al fin había vuelto a ser yo nuevamente. Estaba de regreso.
—
No te preocupes Jessica, por
favor toma mi celular y llama a tu mamá para avisarle que vas a salir con Gaby
y tu nuevo amigo, sino es mucho el atrevimiento.
—
Claro que no, gracias más
bien— dijo ella con una sonrisa, otra vez— de verdad me caes bien— lo dijo
tomando mi celular y marcando el número de su madre.
Mientras esperaba que ella acabe de hablar vi que Gaby se
acercó nuevamente al ambiente, ya cambiada y con un perfume que olía agradable.
Me miró como preguntándome que estaba haciendo Jessica.
—
Está hablando por celular con
su mamá, para pedirle permiso— dije sin dejar de mirar a Jessica.
— Ahora
si me vas a explicar a que se debió todo aquel discursillo que diste hace un
momento, te recuerdo que no estás en la universidad, no estás en campaña, no
necesitas convencer a nadie. ¿Qué te pasa?— dijo en tono desafiante.
— Disculpa,
soy consciente que me excedí pero tampoco quiero que me vean mal, tú sabes lo
que me ha pasado— dije y miré fijamente a Gaby para zanjar el tema— lo siento
amiga.
— Está
bien, está bien. Si no te conociera.
— Ya
está, muchas gracias por tu celular Jaime, muy bonito de verás— dijo Jessica
devolviéndome mi celular.
—
Bueno señoritas entonces nos
marchamos.
Aquel día recuerdo claramente que las invité a cenar a un
restaurante que era uno de mis favoritos. Ya había ido anteriormente con Gaby,
pues a veces solíamos conversar ahí, pero era la primera vez que Jessica nos
acompañaba.
Pedimos unos deliciosos platos mientras conversábamos en
aquella velada múltiple. La música era suave, el ambiente era casi privado y en
general todo estaba bien.
Conversábamos de todo un poco, yo haciendo gala de mi buen
humor las hacía reír y ellas también intervenían contando algunas anécdotas que
al parecer compartían en común.
Así fueron pasando un par de horas muy amenas. Y la
oscuridad iba llegando.
—
Estuvo muy delicioso todo
Jaime, que buen lugar— dijo Jessica con un gesto de satisfacción por los platos
disfrutados. Gaby asintió.
Sonreí y llamé al mozo para pedirle la cuenta. Noté que mis
acompañantes sacaban sus carteras al parecer dispuestas a pagar su parte.
—
¿Qué hacen? Espero que no estén
pensando pagar, Gaby me conoces y sabes que no permitiría eso de ninguna
manera.
— ¿Cómo
crees que no lo haremos? De ninguna manera pretendemos que pagues tú— dijo Jessica.
—
Señoritas, esta vez invito yo
y si hay una próxima vez, también lo haré yo, así que acostúmbrate— miré y
sonreí a Jessica.
Acto seguido saqué la tarjeta de débito y pagué la cuenta. Ya
en las afueras del restaurante, pedí un taxi para dejar a las dos en sus casas.
La ruta implicaba que deje primero a Gaby y finalmente a Jessica. Ya luego me
las arreglaría para ver cómo yo iba a mi casa.
Ya en el taxi ambas me agradecieron por todo. Gaby fue la
primera en abandonar el taxi.
—
Gracias por todo Jaime, te
encargo a mi amiga, espero que lleguen bien. Por favor Jessica me llamas cuando
llegues.
—
Está bien Gaby, nos vemos.
Camino a la casa de Jessica me di cuenta que en realidad no
vivía tan lejos de la mía ni la de Gaby, por lo que no demoramos mucho tiempo
en llegar.
—
Gracias por todo en serio
Jaime, me divertí mucho.
—
Gracias a ti Jessica, gracias
a ambas por hacerme pasar una tarde fantástica.
Me despedí de Jessica con un beso en la mejilla, y me
percaté nuevamente del olor que desprendía su cabello.
—
Espero vernos prontos Jaime—
dijo la risueña Jessica.
—
Espero lo mismo.
Ya solo en el taxi miraba por la venta que Jessica se
despedía de mí. Correspondí el gesto y me dirigí a casa.
Ya en casa, me di un baño, puse un poco de música suave en
mi habitación. Prendí la computadora e inicié sesión en aquel programa que por
entonces usábamos para “chatear”.
De pronto advertí que tenía una solicitud de amistad. El mensaje
decía:
Jessica Hurtado desea
ser su amiga ¿Aceptar o cancelar?
No lo pensé dos veces. Le di clic a Aceptar.
Quien iba a pensar que todo empezaría por ese medio.
CAPÍTULO 12
Jessica se preparó muy duro para su ingreso a la
universidad, sabía que la carrera que había elegido era una que demandaba los
más altos puntajes dentro de los duros exámenes de admisión que hay en nuestro
país para ingresar a una universidad pública.
A pesar del dolor y los traumas que había despertado en
ella el lamentable episodio que le tocó vivir por la abrupta separación del que
ella empezó a considerar “una persona no grata en su vida”, día y noche despejaba
esos pensamientos con libros de diferentes materias que le ayudarían a su tan
anhelado ingreso.
Su preparación duró algunos meses y aunque no disfrutaba
mucho de salir como normalmente una chica de su edad lo hace, de vez en cuando
recibía la visita de su inseparable amiga Gaby, que le llevaba algunos postres
que solía preparar en sus tiempos libres y que ambas disfrutaban en sus amenas
conversaciones que le enseñaban a Jessica que había vida fuera de las cuatro
paredes de su casa.
Jessica era una persona que empezó a cambiar su forma de
ser a raíz de ese fatídico trauma. Se volvió una persona más reservada, más
fría y por lo general no le contaba sus cosas a nadie, aunque igual por el
ritmo monótono de vida que llevaba no tenía mucho que contar.
De vez en cuando solía asistir a alguna reunión familiar en
el cual veía a todos su familiares y primos contentos y divirtiéndose y se
preguntaba si en algún momento ella regresaría a ser la persona risueña que solía
ser antes de que todo eso pasara, pero sabía que no tenía tiempo para cuestionarse
eso, el ingreso a la universidad demandaba tiempo y esfuerzo, así que canalizó
los mismos en arduas jornadas de estudio entre la academia donde solía pasar
desapercibida pero que destacaba como una de las mejores alumnas y su casa,
donde no dudaba en enrumbarse en largas amanecidas devorando cuanto libro tenía
a la mano.
Aquel día del examen de admisión, Jessica se levantó
temprano como de costumbre, se dio un duchazo de agua caliente como de
costumbre también y aunque aun anímicamente no se sentía tan bien, trató de
darse ánimos a sí misma para ir a afrontar aquella batalla en la cual miles van
y solo cientos ingresan.
Ese día pidió ir sola al examen, pues aunque por fuera
aparentara ser una persona tranquila, serena y segura de sí misma, por dentro
era todo lo contrario, en especial en ese día.
Era consciente que de aquel día dependían muchas cosas, podía
demostrar mucho o simplemente no demostrar nada. O ingresaba o pasaba a la
larga fila de nombres que buscaban en el siguiente examen una oportunidad más.
Para ella aquel examen representaba mucho más que el
ingreso a lo que sería la carrera de su vida. Sabía que si ingresaba muchas
cosas en su vida cambiarían, especialmente aquel estado anímico en el que se
sumergía cuando no estudiaba y que la había consumido a tal punto que las
ojeras por largas horas de estudio se hacían evidentes, una baja de peso que la
había hecho irreconocible ante muchos y una forma de ser desconocida para otros
tantos. Si no ingresaba, lo que le esperaba sería mucho peor, no porque iba a
dejar de recibir apoyo de sus padres, ya que ellos le había ofrecido apoyo
hasta el final, pero el no ingresar iba a representar un fracaso más para ella
que sumado a la decepción que no hace mucho había tenido la podía hacer entrar
en un cuadro depresivo según sus padres habían oído de un sicólogo amigo de la
familia que había visto crecer a Jessica y que la conocía lo suficiente como
para poner las manos al fuego por aquel diagnóstico.
Jessica se despidió de sus temerosos padres, que le habían
ocultado lo que el sicólogo les había comentado, les desearon todos los éxitos
del mundo y su religiosa madre no dudó en ponerse de rodillas al pie de su cama
para dejar salir del fondo de su corazón una oración ante el ser que ella
estaba segura la estaba escuchando en ese momento. Dejó caer algunas lágrimas y
pidió que fuese el que fuese el resultado ayude a su hija a salir de todo lo
que estaba pasando, no lo merecía.
Su padre un poco más escéptico de esas cosas, abrazó a su
hija y de igual modo le dijo que tendría su apoyo pase lo que pase y pensaba en
todo lo que se jugaba en aquel día, mientras veía ir a su hija a enfrentar su
destino.
Jessica estaba más nerviosa de lo común, para empezar era
primera vez después de tiempo que salía sola de su casa, en el camino no pudo
evitar recordar algunos lugares que recorría con aquella persona que le había
hecho sufrir su primera decepción. Se armó de valor y se repetía a si misma
frases alentadoras para dejar de lado aquellos pensamientos negativos.
Tomó el carro en el paradero que estaba a dos cuadras de su
casa y para suerte suyo este no estaba tan lleno, lo cual le permitió tomar
asiento y tratar de relajar un poco el cuerpo que lo empezó a sentir más
cansado que de costumbre.
Mientras se dirigía a la universidad a rendir su examen,
trataba de pensar un poco o por lo menos lo que podía ya que los ruidosos
carros de la capital con música a niveles de volumen descomunal impedían que
logre una concentración adecuada, en todo lo que había pasado hasta ese entonces,
no dudó en reprocharse a sí misma en haberse enamorado de esa persona y
finalmente concluyó en que no volvería a hacerlo por un largo tiempo.
En el carro se encontraba con algunos jóvenes más que al
parecer también se dirigían a dar el examen, pues esos días de admisión es muy
común ver a jóvenes de todos lados dirigiéndose a los lugares donde se produce
el examen, los ignoró y trató de concentrarse en lo que le tocaba.
Ya a las afueras de la universidad, quedó estupefacta por
la cantidad de gente que había, cientos o lo más probable miles caminando de un
lado a otro, algunos acompañados de sus padres, otros solos. Cada uno con su
famoso carné de postulante a la mano y aquel lápiz verde 2B que muchos
prefieren para marcan en su cartilla de respuestas. Por un momento se sintió
emocionada de ver tanta gente apuntando a lo mismo, pero luego de un rato se
sintió preocupada por la oferta de vacantes y la demanda de postulantes y luego
de un momento más se sintió temerosa por no saber si ella sería una de aquellas
personas que lograr el tan ansiado ingreso.
Mientras entraba a la universidad veía que el número de
personas se iba reduciendo ya que los padres y familiares que acompañaban a
muchos postulantes se iban quedando afuera. Las academias también hacían barras
a los que entraban a dar el examen, demasiadas ruidosas para ella que no hacían
más que darle más nervios, pero sabía que en un examen de admisión se juega
mucho y todo juega a su vez.
Mientras se adentraba a los salones universitarios el ruido
se iba quedando atrás hasta que se encontró casi todo en silencio, sólo veía a
alumnos nerviosos que buscaban sus salones. Ella encontró fácilmente el suyo y
se ubicó en un asiento en la parte posterior del aula.
En unos minutos más llegó la supervisora del salón, dio las
típicas indicaciones de examen de admisión, que al parecer algunos conocían de
memoria y que le llevó a preguntarse cuantas de aquellas personas postulaban
por enésima vez y cuantas lo hacían como ella, en vez primera.
Luego que todos acabaron de firmar, las hojas del examen
pasaron de adelante hacia atrás. Ella cogió la última y sabía que todo iba a
empezar en algunos minutos más, el momento había llegado, en esas horas se iba
a definir mucho en su vida y se encontraba en medio de una carrera donde todos
corren con sus capacidades pero no todos llegarán a la meta. De pronto, la
alarma de inició se dejó oír a los alrededores. El momento había llegado.
Los padres de Jessica no dudaron en salir a caminar
mientras comentaban lo que pasaría luego, sabían que su hija en esos precisos
momentos estaría dando su examen. Vieron también a algunos vecinos que caminaban
por ahí y cuyos hijos también estaban dando el examen, para otras carreras pero
en la misma universidad. En algunas horas de la noche se sabría todo.
Mientras Jessica daba su examen de vez en cuando levantaba
la mirada viendo al resto, algunos solo atinaban a ver el techo del salón como
buscando respuestas, otros no desprendían ni por un instante la vista de su
hoja, algunos leían las preguntas y parecían que ya las habían visto antes que
sin dudarlo se dirigían a la hoja de respuestas a marcar la que consideraban
correcta y así iba viendo de todo un poco, algunos que al parecer sabían que
ingresarían y otros que aparentemente ya había resignado sus esperanzas y
miraban y volvían a mirar las preguntas tratando de excavar en lo más profundo
de sus conocimientos a ver si encontraban algún indicio de respuesta por ahí.
Las horas iban pasando y Jessica avanzaba las hojas en un
ritmo bueno, no pretendía responder todo, solo aquello que sabía estaba bien,
pues el puntaje en contra le podía jugar una mala pasada y ella no quería eso.
Faltaban pocos minutos para que concluya el examen y ella
revisó por última vez las hojas y sobretodo su cartilla de respuestas, no había
tenido necesidad de usar su tajador pues su marcado era suave y tampoco había
tenido necesidad de usar su borrador, ya que ella consideraba había marcado las
que creía correctas.
—Se acabó el examen— dijo la voz de la supervisora cuando
sonó la alarma de finalización—dejen sus lápices en la carpeta y aguarden un momento.
Jessica siguió las indicaciones y vio a continuación como
la supervisora pasaba sitio por sitio recogiendo la cartilla de respuestas y
verificar que todo esté en orden. Cuando llegó a su sitio la miro y con una
sonrisa le dijo amablemente:
—Puede retirarse señorita, el examen ha concluido, éxitos.
Mientras Jessica salía del salón podía ya ver en el camino
a decenas que luego pasaron a ser cientos para finalmente llegar a ser miles de
postulantes por todos lados que intercambiaban opiniones, al parecer algunos se
conocían que hablaban y se reían, otros solo se dirigían calladamente a la que
parecía una estrecha salida para tanta gente junta.
Mientras salía de la Universidad veía a los postulantes
abrazar a sus padres, otros alegres como confiados de su ingreso y otros que
parecían resignados a lo que sería un nuevo intento para la próxima vez. Aquello
le maravillaba, tantas emociones juntas en un solo lugar.
Tomó un carro repleto de gente, todos eran postulantes, un
viejo vehículo que la dejaba en el paradero de su casa, ahí se encontró con algunos
hijos de sus vecinos que también habían rendido su examen, pero ella los ignoró
y al parecer ellos no tenían mucho interés por buscarle conversación.
En su casa su mamá había preparado uno de sus platos
favoritos y su papá se encontraba nervioso en la puerta cuando Jessica llegó
finalmente.
Ambos solo atinaron a preguntar cómo le había ido y no
hacer mucho hincapié en más detalles ya que Jessica emanaba un semblante
nervioso. Todos comieron en familia y hablaron de otros temas, Jessica después de
mucho tiempo volvía a sonreír al parecer por nerviosismo, pero al menos sonreía.
Las horas iban pasando, Jessica se dirigió a su habitación
y puso un poco de música, vio que su celular vibraba y se percató que era Gaby que
la estaba llamando. Contestó:
—
Hola Jessica, como te fue
amiga— se escuchó del otro lado la voz de Gaby.
— Hola
Gaby, si tratando de estar tranquila. Tú sabes, un poco nerviosa pero a espero
la noche a que salgan los resultados.
— Si
amiga. ¿Tú crees que puedo ir a tu casa? O prefieres estar sola.
— Si
ven no más, necesito distraerme un poco ya que la espera me mata.
—
Está bien, salgo para allá. Nos
vemos.
Gaby llego en unos minutos a la casa de Jessica con unas
películas que había comprado en el camino. Ambas miraban y se reían de las comedias,
pero Jessica no podía dejar de lado la angustia de los resultados de la noche.
Gaby se quedó hasta el final con ella y ya oscurecía y la
hora estaba cerca.
Vieron una última película cuando el reloj marcaba las diez
de la noche, una hora prudente para ver los resultados. Jessica prefirió verlos
sin sus padres, así que ellos se resignaron nerviosos a esperar escuchar algo.
Jessica y su amiga Gaby se encontraban en la soledad de su
cuarto con la pantalla de la computadora encendida en la página de la
universidad. Como es de costumbre esta se encontraba más lenta que lo normal. A
pesar de todo luego de una larga espera logró cargar el link que las llevaba a
la ventana con los resultados.
Le solicitaron sus datos y su código de postulante, Jessica
los llenó presurosamente de memoria, como quien marca el 911 en casos de emergencia,
y estaba a un clic de enfrentar su destino. Así lo hizo, Clic en Ver Resultados, la página se demoraba en
cargar, el corazón de Jessica latía más rápido que de costumbre hasta que
finalmente poco a poco la pantalla dejaba ver la información en su contenido.
Mientras esto ocurría, escuchaba en algunas casas de sus
vecinos gritos de emoción, al parecer sus hijos habían ingresado, mientras que
en otras casas cuyo integrante había visto ella en el examen, solo silencio. Se
preguntaba si en unos segundos, ella estaría en la lista de ingresantes o en la
lista de los que tenían que ser perseverantes hasta el otro examen. Se preguntaba
si lo que había hecho era suficiente o le había faltado más puntaje.
Hasta que llegó, la página cargo en su totalidad y ella se
prendió de la pantalla como una niña que está cerca de un árbol de navidad y
espera que el contenido de su regalo sea una Barbie.
Leyó sus nombres, leyó la carrera a la que postulaba y más
abajo su puntaje, hasta que llegó a la línea que muchos querían leer y que era
causante de demasiadas emociones, el mensaje cantaba así:
ALCANZÓ VACANTE.
Jessica no pudo evitar llorar, las lágrimas le caían por
montones, Gaby que también había visto el resultado con ella no pudo contener
un grito de emoción, que rápidamente se vio acompañado del sonido de la puerta
y el ingreso de sus padres a la habitación en busca de respuestas. Cuando
vieron a Gaby tan contenta, sabían lo que había pasado, su pequeña hija después
de todo lo que habían pasado, finalmente había alcanzado el ingreso.
Jessica no podía pronunciar palabra alguna, sólo lloraba y
lloraba como si todo lo que había reprimido en todo ese tiempo finalmente salía
a la luz. Abrazó fuertemente a sus padres, que también lloraron con ella y se
encontraron en aquellas circunstancias donde las palabras sobran y los gestos
tienen más validez.
Gaby miraba con alegría a su amiga ingresante, y también la
abrazó. En tan solo unos segundos, el destino de una persona había cambiado
para siempre.
Jessica lo sabía, en aquel momento su vida había cambiado
para siempre. Dejó caer unas lágrimas más de emoción, mientras sentía el cálido
abrazo de sus padres. Era universitaria y esta vez no pretendía que nadie entre
en su vida a desviarla de su objetivo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar...