CAPÍTULO
IX
Jessica nació en un hogar de clase media. Desde niña
siempre soñó con ser una doctora y aunque sus familiares sabían que cuando uno
es niño siempre sueña con ser policía, doctor, abogado, etc., al parecer esa convicción
con la que la pequeña Jessica decía querer ser la mejor doctora hizo que
empezaran a considerar que esto sería posible.
Desde que era niña no disfrutaba mucho de las fiestas
infantiles ni reuniones sociales, era una persona tímida y prefería quedarse en
casa haciendo lo que más le gustaba: leer libros casi todo el día. Aunque aquellos
libros fuesen libros infantiles que le hacían volar la imaginación, poco a poco
los fue dejando para inclinarse por libros de medicina. Con doce años ya había
leído algunos libros relativos a la medicina, aunque no eran muy complejos,
ella pasaba las hojas con tanto entusiasmo como sus pequeños compañeros pasaban
las hojas de sus álbumes y figuritas.
Sus padres, personas humildes y trabajadoras muchas veces
se habían preguntado como harían para poder incentivar a su pequeña hija ya que
tenía un potencial inmenso, y aunque las deudas y problemas económicos les
traían más de un dolor de cabeza, se las ingeniaban para darle a Jessica todo
lo que ella pedía: libros, revistas, etc.
Acabó la primaria en un colegio nacional y en primer
puesto, aunque no era de las personas con esa capacidad de socializarse con
el resto, pues no participaba de eventos o actividades, pero aún con todo sus
magníficas notas la avalaban para quedarse, de manera indiscutible, con el primer
puesto del colegio.
La secundaria no fue muy diferente, seguía en el mismo
colegio y las cosas seguían su tendencia, ella seguía siendo una buena
estudiante y destacaba en todas las materias. Sus profesores le auguraban un
buen futuro y ella vivía con pasión cada clase de biología, física y química. Y
en sus ratos libres se las ingeniaba para seguir leyendo otros libros de
medicina, algo que desde pequeña venía haciendo.
Cuando ya estaba a punto de acabar la secundaria tuvo su
primer enamorado, ella misma se sorprendía de ello, pues no había sido la
persona más social del mundo para que las personas se interesen en ella pero su
llamativa sonrisa era un atractivo para que Juan, su enamorado, antes de iniciar
una relación con ella le mande cartas de amor. Al inicio estas cartas eran
anónimas por lo cual Jessica se limitaba a leer aquellas notas que un también
tímido Juan dejaba a escondidas antes que inicien las clases en la carpeta de
Jessica.
No le había tardado mucho tiempo a Jessica darse cuenta que
las cartas eran de Juan, era una persona muy intuitiva y muy hábil para
deducir, y aunque el enamoramiento no era algo que esperaba en ese momento pues
estaba a puertas de acabar la secundaria y enrumbarse a la universidad, la
curiosidad que sentía por explorar aquel campo que aún no había pisado hizo que
siguiera aceptando las cartas de Juan sin que él estuviese enterado que su
amada Jessica ya sabía que se trataba de él.
Al inicio empezó como un juego para ella, pero al parecer
aquel juego empezó a dejar de ser tal. Ella era muy consciente que a esa edad
el enamoramiento se podía confundir con una ilusión, pero a su vez miraba con
asombro el caso de sus padres, ellos se habían conocido desde el colegio en
primaria y desde ahí no se habían separado.
A Jessica le empezó a dar un poco de temor todo aquello,
sabía que si quería ingresar a la universidad y sobre todo si quería mantenerse
en esa carrera no podía estar con la cabeza en otro lado, pero el juego se le
fue de las manos y se sentía muy atraída de Juan, aunque él no sabía y seguía
siendo un Romeo anónimo, hasta que un
día la invitó a salir personalmente.
Ese día con dieciséis años, Jessica tenía su primera cita y
aunque trataba de verlo todo fríamente sabiendo que no podía pasar nada, le
entusiasmaba mucho la idea. Le dijo a su madre que tenía que hacer un trabajo
de grupo y le creyó. Jessica no era de decir mentiras por lo cual se había
ganado la confianza de sus padres que veían con buenos ojos que su hija vaya a
la casa de sus amigas a hacer trabajos en grupo pues se integraba más con el
resto. Esta vez Jessica no quería que nadie se entere que saldría con Juan, no
porque encontraría oposición alguna sino porque no quería ser molestada con
esas bromas que consideraba tontas y que se suelen hacer a las personas que van
a tener una cita.
Ese día se arregló más de lo normal y abrió un perfume que
tenía para momentos especiales, aquel frasco se encontraba casi lleno pues no
tenía muchas ocasiones especiales. Se puso unos llamativos aretes que se había
comprado con sus propinas y sin dar mucha sospecha salió de su casa al
encuentro de Juan: no va a pasar nada,
solo saldremos y conversaremos un rato, nada más pensaba una nerviosa
Jessica cuando se dirigía al encuentro de Juan.
Ese día Juan esperaba impaciente la llegada de Jessica, se
encontraba en el punto de encuentro desde media hora antes, quería que todo
fuera perfecto. Cuando la vio, veinte minutos tarde, se sintió emocionado al
ver a aquella guapa joven venir. Estaba más arreglada de lo normal y no pasaba
desapercibida del resto, esta vez resaltaba por encima de todos y él supo que
estaba enamorado de ella, o eso creía saber.
Ambos jóvenes fueron al cine a ver una comedia, pues ella
disfrutaba de las comedias y luego de ello disfrutaron de una cena en un restaurante
cerca de ahí. Al inicio ella había tomado todo con calma, era algo nuevo, su
primera cita le había gustado pues todo había sido mejor de lo que ella
esperaba y Juan tenía un gran sentido del humor algo que a ella le permitió
dejar a un lado su timidez y poco a poco hacer gala de su sarcasmo
perfectamente atinado para una persona de su edad.
Luego de compartir casi toda la tarde, ya eran casi las
siete de la noche una hora en la que ella sabía que tenía que regresar a casa.
Le dijo esto a un nervioso Juan que al parecer tenía algo más por decir, no
aguantó más las ganas y le dijo a Jessica que él era el autor de las cartas que
ella había estado recibiendo. Jessica fingió sorpresa pues no quería
desilusionar a Juan diciéndole que ella lo sabía desde algún tiempo. Fingió no
saber que decir pero en realidad ya lo sabía, pues en su casa había estado
pensando que Juan querría decirle aquello y aunque ella ya había pensado en
decirle a un entusiasmado Juan que lo sentía pero ella tenía otros planes, éste
se le adelanto y la besó y no la dejó hablar.
Jessica quería apartarlo pero en ese momento sólo se dejó
llevar y sintió que ella también al parecer estaba enamorada de Juan. Luego de
un rato ambos se separaron y veía que los ojos de Juan estaban brillando y al
parecer él también podía ver lo mismo en los ojos de Jessica. Él le preguntó a
Jessica si quería ser su enamorada y aunque ella no esperaba que nada de eso
pase y sabía que no debía pasar, se despojó de sus probabilidades y sus
cálculos en una relación y le dio un sí
como respuesta.
Ambos tuvieron una relación de meses, incluso hasta después
de acabar el colegio. Ambos pasaban desapercibidos en el colegio, pues los dos
eran tímidos y no eran de los más populares. Jessica presentó a Juan a sus
padres que miraban con buenos ojos al muchacho que parecía ser un joven
tranquilo.
Así Jessica acabó la secundaria, contenta por todo lo que
estaba pasando y lista para prepararse para ingresar a la universidad y pretendía
seguir con Juan a su lado, ya que su relación de enamorados marchaba bien. Hasta
que llegó el día.
Un día que Jessica tenía libre, estuvo haciendo una
sorpresa para Juan, ella nunca le había escrito una carta a nadie y ese día
decidió hacerlo. Muy entusiasmada escribió una carta de dos caras y sentía
ganas de dárselo a Juan en ese momento, por lo cual quiso ir de sorpresa a su
casa para entregárselo.
Juan vivía cerca de un parque, a varias cuadras de la casa
de Jessica. Ese día cuando Jessica entusiasmada estaba yendo a la casa de Juan a
entregarle la carta que había hecho con tanto cariño, cruzaba el parque cercano
a la casa de Juan cuando lo pudo ver. Se quedó parada, al parecer Juan no
estaba solo pues estaba con una chica de su academia, Jessica quería resistirse
a ver aquello pero en el fondo sentía deseos de quedarse, en realidad ambos
estaban conversando en una banca del parque. Ella se acercó cuidadosamente y se
encontró con la realidad.
La joven acompañante de Juan se acerca a éste y le da un
abrazo, Juan corresponde al mismo y seguidamente le da un beso a su acompañante,
beso que ella corresponde de una manera apasionada.
Jessica se quedó pasmada, la carta se le cayó al suelo y
sentía que su cuerpo empezaba a temblar, quería ir corriendo hacia ellos pero
seguía temblando y las piernas no le respondían. Quería gritarles, pero su boca
estaba temblando y las palabras no le salían. Sintió que las lágrimas empezaban
a brotarle por el rostro y quería irse pero su cuerpo no le respondía, se sentía
mareada y sintió por primera vez una sensación amarga por dentro. Las palabras
que no podía pronunciar regresaban a su interior como un trago amargo.
De pronto pudo ver que Juan la miró y palideció de
inmediato, pero ya era muy tarde, para ese entonces Jessica ya había
reaccionado y se encontraba corriendo hacia su casa.
Llegó a su habitación, para lo que ella consideraba su
suerte, sus padres no estaban y se puso a llorar como nunca antes lo había
hecho. Se sentía traicionada, engañada y solo sentía un deseo por no volver a
ver jamás a aquel miserable que diciendo tantas cosas no resultó ser lo que
ella pretendía.
Jessica no paró de llorar ese día y veía como su celular
tenía infinidad de llamadas de Juan: llamadas perdidas, mensajes de texto,
mensajes de voz. Jessica los eliminó todos y solo le mando un último mensaje a
la persona que no volvería a ver desde entonces: “Desearía no haberte conocido, fuiste el peor error en mi vida, pero si
para algo sirven los errores son para aprender, para eso me sirves ahora. No me
llames ni me busques nunca más que esto se acabó para siempre. Infeliz”.
Jessica no pudo plasmar en letras todo su odio, así que
solo se limitó a escribirle eso y borrar todo rastro de él. Todo en un día,
algo poco común pero su odio hacia aquella persona era tal, que botó cualquier
rastro de él, peluches, cartas y otros.
Aquel día Jessica cambió y dentro del dolor en el que se
encontraba sumergida, hubo una cosa que no pretendía olvidar de ahí en
adelante: “No volveré a enamorarme, hasta
que sea una médica por lo menos”.
CAPITULO
X
Luego de aquel inesperado encuentro con Gaby y Jessica, me
fui a mi cuarto nuevamente. Me preguntaba si valía la pena seguir evadiendo al
resto, si mi juventud estaba siendo tirada por la borda y me estaba privando de
todo aquello que podía encontrar afuera.
Sabía que había decepcionado a muchas personas luego de mi inesperada
decisión, pero también era consciente que algún día tendría que parar todo
esto, que algún día tendría que dar la cara a mis problemas. Nunca me había
salido mal hasta ese entonces, a pesar de haber tomado la decisión de dejar la
universidad, sentía que eso no tendría por qué considerarlo un error, sino por
el contrario un motivo para seguir adelante.
Tenía que hacer ver que no era un fracasado, que a pesar de
aquella decisión tenía proyectos y tenía metas por cumplir, realmente metas por
llevar a cabo y corresponder todo aquel apoyo que mis padres me habían brindado
por tanto tiempo.
Pasaron algunos días y decidí volver a casa. Lamentablemente
para mí, seguía siendo una persona orgullosa y con poco o nada de humildad. Aunque
vivía con mi mamá y mi hermano y mi papá que estaba en Colombia, logré
reunirlos a los tres y conmigo sentado al medio les pedí disculpas:
—
Papá, mamá y hermano —dije a
los tres sentados frente a mí— el motivo por el cual los he reunido a los tres
en esta oportunidad, es porque quisiera pedirles disculpas en primer momento
por todos aquellos daños que pude causar. No fue mi intención decepcionarlos de
esa manera, pero considero que tengo otras cosas que hacer con mi vida, sé que
puedo hacer muchas cosas sin necesidad de estudiar en la universidad. Yo
agradezco infinitamente aquel apoyo que ustedes me han dado durante este tiempo
—pensaba mientras miraba el rostro de mis padres desencajarse, al parecer iban
a soltar algunas lágrimas al ver después de un tiempo a su hijo, a su hijo pródigo—
pero también quiero pedirles que me apoyen en esto, en esta nueva aventura
hacia mi éxito —tengo que reconocer que antes de que pase lo que pasó en mi
vida, era una persona fría, una persona calculadora, una persona capaz de hacer
que el resto se mueva como yo quisiera, siempre con mi estúpido orgullo que
parecía saberlo todo y estar por encima del resto.
Esta vez no era la excepción, tengo que reconocer con mucha
pena que mi intención al ir a hablar con mi familia no era que yo pida para
volver, sino que ellos me lo pidiesen. Mi orgullo me cegaba, mi inteligencia
creía tenerlo todo bajo control y aunque es penoso, esto resultó tal y como había
planeado, sentía que el control era mío, que cada palabra que salía de mi boca
parecía haber sido escrita en un guión:
—
Hijo nosotros te hemos apoyado
siempre —escuché decir a mi padre — y lo que hiciste no fue para nada grato, por
el contrario, si tú hablas de corresponder todo aquello que te hemos dado,
haciendo esto no lo has demostrado.
—
Tu padre tiene razón —añadió
mi madre con la voz entrecortada al parecer ya al borde del llanto —nosotros
teníamos mucha esperanza en ti, tú bien sabes que toda la familia tenía muchas
expectativas en ti, siempre has sido admirado, siempre has sido respetado por
todos y de pronto esto —dijo mi madre y no pudo contener más el llanto.
Mi madre había mencionado algo que ciertamente detestaba de
una manera muy silenciosa. Durante toda mi vida he tenido que ser el blanco de
las opiniones de mi familia, cada cosa que yo hacía o dejaba de hacer pasaba de
boca en boca, ello me llevó a reprimir muchas de las cosas que quería hacer
porque siempre estaba al pendiente de lo que mi familia podría decir de mí. Al
inicio era algo que me gustaba, que alimentaba mi ego, que me hacía sentir
superior y alimentar aquel estúpido orgullo excesivo en mí que me hacía sentir
como el centro de todo. Un egocéntrico compulsivo.
A pesar de que muchas veces disfrutaba como mi familia se llenaba
la boca con adjetivos y buenas calificaciones a mi persona, luego esto me llevó
a pensar que lo detestaba, que sólo quería ser yo y no lo que el resto quería
que yo sea. Era el ejemplo de todos mis primos, era el típico modelo a seguir
en la familia, tenía que soportar muchas veces el ver como mis tíos se referían
a mí con tanta admiración que podía notar como mis primos se incomodaban ante
esto y mi miraban con recelo. No quería eso, a pesar de todo y mis defectos,
siempre tuve presente que la familia era lo primero, que la familia debía estar
unida con sus defectos y virtudes y haciendo eso no contribuían a nada más que
aislarme en mis logros.
—
Ya dejen de compararme de esa
manera —estallé de inmediato— no se han dado cuenta que detesto que me
comparen, que sea siempre el ejemplo del resto, he desperdiciado muchos años de
mi vida tratando de ser un modelo a seguir, no he podido ser yo, siempre he
tenido que ser lo que la familia quiere que sea —ya no hablaba, sino gritaba— solo
quiero hacer lo que yo quiero hacer, ¿es que acaso no era eso lo que nos dicen?
Hijo has lo que te gusta porque solo haciendo lo que te gusta llegarás lejos.
Aquellas palabras desconcertaron a mis padres, al parecer
no esperaban escuchar eso, pero entendieron en el fondo que tenía algo de
cierto, su mirada era de desconcierto, como preguntándose quién era yo
realmente y si me habían conocido como ellos creían que era.
—
Tú nunca nos dijiste nada
—dijo mi padre en tono más serio— Tú escogiste esa carrera, tú escogiste la
universidad y ahora me vienes con tonterías.
—
Ya basta —trató de conciliar
mi madre— No se dan cuenta que nos hemos reunido acá para tratar de llegar a un
acuerdo no para echarlo todo a perder.
Pero ya los ánimos estaban muy tensos
—
Claro que yo elegí la carrera,
claro que yo elegí la universidad —intervine repentinamente— pero que esperabas
que haga si era la única opción que me dejaban, acaso iban a aceptar que su
hijo el destacado, no sea un profesional. Ya estoy harto de todo esto, no
esperaba venir para esto.
—
Pues entonces al parecer no
vamos a llegar a ningún acuerdo —dijo mi enfurecido hermano, que había
reprimido su intervención durante la conversación —todos se jactan de tener una
inteligencia prominente, a todos les gusta leer y no se dan cuenta que donde
debería demostrarse todo eso, no se hace. Si ustedes querían que yo estudie o
sea una persona intelectualmente como ustedes y luego me muestran esto, pues
entonces paso, estoy bien así.
Al parecer esas palabras determinantes surtieron efecto en
mi padre y en mí que agachamos la cabeza en simultáneo.
—
Lo siento hijos— dijo mi padre
en tono más conciliador —solo quiero que entiendan que la vida no es fácil,
para nosotros no lo es y a pesar que ustedes tengan todo lo que piden a mí me
cuesta mucho sacrificio conseguirlo, tú has trabajado conmigo Jaime y sabes que
es así. Cada centavo es producto de un arduo trabajo.
— Lo
sé, lo sé papá, pero quiero que te pongas en mi lugar, no es fácil llevar con
esta presión constante de ser el centro de la familia, de tener que ser el
abanderado de todo, quiero ser una persona normal, con proyectos y muy buenos,
pero normal no exponiendo mi vida de esa manera. — y miré con un gesto de
arrepentimiento a mis padres, que al parecer ellos lograron captar.
— Hijo
te pido que vuelvas a casa, a tu casa —dijo mi madre y me sentí bien de oír eso
de ella. — de mi parte pienso apoyarte porque confió en ti —y miró a mi padre
esperando que el dijera algo parecido.
— Está
bien Jaime, también te pido que vuelvas con tu madre y tu hermano, recuerda que
la familia es lo más importante y siempre debe estar unida —aquellas últimas palabras
casi despiertan una sonrisa sarcástica en mí, pero no pretendía seguir
tensionando el ambiente.
—
Bueno está bien, no esperaba
venir para esto, pero tienen razón debo volver acá, como dices papá la familia
debe estar unida —y lo miré fijamente a los ojos provocando que él baje la
mirada por un momento.
Mi madre se me acercó y me dio un fuerte abrazo y un beso,
siempre tan cariñosa ella.
Mi padre hizo lo propio, un acto que naturalmente
correspondí porque lo respetaba profundamente y lo quería demasiado, a pesar de
todo los quería demasiado y si hay algo en el mundo que no iba a dejar nunca
iba a ser a mi familia, a mis padres y a mi hermano. Que luego me dieron un
claro ejemplo de confianza y fueron fundamentales para salir de ese episodio de
mi vida.
Así fue como regresé a mi casa luego de algún tiempo y las
cosas parecían haberse restablecido poco a poco, mi cuarto se encontraba intacto.
Mi perro también parecía extrañarme, estaba con varios kilos menos y cuando me
vio nuevamente en casa no dudó en llenarme de muestras de cariño que también había
extrañado.
Vi nuevamente a mis vecinos y luego de unos días quise ir a
la casa de mi buena amiga Gaby para contarle los detalles de mi regreso a casa.
Llegué de sorpresa un fin de semana, sabiendo que seguramente debería estar ahí
como casi siempre. Esta vez me arreglé un poco más, me había afeitado y me había
vestido bien. Era como si hubiese vuelto nuevamente.
Toqué el timbre de su casa y al parecer ella se encontraba
en el balcón. Se escuchaba música relajante en el interior. Al parecer no
estaba sola y solo esperaba mi visita no
haya sido inoportuna. Pensé que lo mejor habría sido llamar previamente para
confirmar mi llegada, pero ya estaba ahí.
Salió su mamá por la ventana:
—
Hola Jaime que sorpresa —dijo
la buena señora que conocía de años.
— Como
esta señora, he venido a buscar a Gaby, espero no ser inoportuno, ya que al
parecer esta con compañía —dije compañía en un tono sarcástico haciendo alusión
a un posible pretendiente de Gaby, pues hasta donde sabía ella estaba sin
novio.
— Qué
bueno fuera hijito —dijo la mamá de Gaby mirando al cielo, como si mis palabras
ellas las transmitiera como una plegaria.—pero esta chica se la pasa estudiando
todo el día y con las justas viene una amiga los fines de semana a verla o
viceversa. Bueno le voy a pasar la voz porque al parecer está con la música que
no ha escuchado el timbre.
—
Gracias señora, un gusto
haberla visto después de tiempo —la despedí con una sonrisa.
Luego de unos minutos escuché que la música se detuvo y vi
a Gaby salir por el balcón. Asomó su cabeza y me saludó, acto seguido vi que se
asomó otra persona a su lado, que me miró y también me sonrió, no podía pasar
desapercibida, era Jessica.
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