CAPÍTULO 13
No recuerdo exactamente cuál fue nuestra primera
conversación online. A lo largo del proceso que tuve que afrontar luego, muchos
detalles de algunas etapas de mi pasado fueron quedando nulos, pero en un momento
así donde había empezado a recordar muchas cosas que creía olvidadas, momentos
y situaciones que al parecer habían sido borradas de mí, volvieron a
recuperarse como si el cerebro trabajase como un experto que recupera archivos
borrados de un disco duro formateado.
Aquel día había salido a comprar con mi hermano, el solía
comprar de vez en cuando algunos discos de música rock y de paso solía acompañarme
a comprar algunos libros que había visto por internet y que pudiéndolos comprar
por ahí, prefería ir a verlos personalmente a una concurrida librería que
contaba con una amplia cadena en el Perú y sobretodo en Lima. Ir a comprar
libros era para mí como una mujer comprando ropa, aunque las comparaciones de
géneros son un poco extrañas, pero ciertamente me sumergía por horas en aquella
librería leyendo títulos y buscando libros aparte de los que había comprado que
me llamasen la atención.
Aquel día no fue la excepción, luego de comprar un par de
CD´S que al parecer mi hermano ya tenía pensado comprar, fuimos a la librería.
Mi hermano, que si bien es cierto también leía los libros que yo solía comprar,
no disfrutaba tanto como yo de entrar a las librerías y buscar con entusiasmo
algún título interesante.
—
Voy a ir a Starbucks, ya
vengo— escuché decir mientras yo ingresaba a la librería.
No pude reprocharle nada, él era el mayor y aunque por
personalidades yo parecía serlo tenía que seguir respetando su situación como
tal. No era nada extraño, las veces que íbamos a comprar ambos, por lo general
él solía irse a comprar ropa o ir a Starbucks por un café mientras escuchaba
música.
En algunas ocasiones habíamos ido ambos a aquella conocida
cafetería, no porque formemos parte de esa larga lista de adolescentes que
suelen acudir para ver su nombre escrito en un vaso para luego tomarle fotos y
subirlos por cuanta redes sociales encuentre. Nos resultaba un poco patético
eso, pero solíamos respetar la manera de pensar de otras personas. Aquella
cadena de cafetería había llegado a convertirse en un lugar lleno de señoritas
sonriendo para cuanta cámara tenían en frente junto a sus amigas mostrando
orgullosas aquel popular depósito blanco que resaltaba su nombre escrito con
una especie de crayón negro.
Ricardo y yo no íbamos para eso, cuando teníamos algún
punto por debatir solíamos ir, él con sus ideas rebeldes y diferentes de ver la
vida y yo con mis ideas más conservadoras y más maduras, o por lo menos así lo
creía. Podíamos pasar buen rato conversando y debatiendo de diferentes temas,
aunque él era un fanático del Rock, eso no implicaba que estuviese desactualizado
de la realidad o sea ajeno a ella. Por el contrario sabía muchos temas de
actualidad y eso nutría más nuestros largos debates cada uno a su estilo. Tengo
que aceptar que en lo personal me incomodaba cuando luego de pasar una amena
tarde junto a mi amiga Gaby conversando en cualquier Starbucks, veía mi nombre
etiquetado en una red social indicando que estuve ahí, pero tenía que
aceptarlo, era común hacer eso cuando uno va a esos lugares por lo que tuve que
aprender a lidiar con eso.
Me dirigí a la librería, luego de pactar con mi hermano que
nos encontraríamos luego de una hora y media aproximadamente en el mismo lugar,
de tal manera que ambos lleguemos juntos a nuestra casa. Ingresé al lugar
y una amable señorita me sonrío
haciéndome entender que sería ella quien me atendería como veces anteriores
solía hacer.
—
Hola Jaime, de vuelta por acá—
me dijo una sonriente muchacha de unos veintiséis años aproximadamente, que
vestía un típico polo azul con el logo de la librería y a un lado su nombre.
Ella solía atenderme cada vez que iba a comprar un libro en esa zona.
— Hola
Mireya, gusto volver a verte también— dije luego de leer su nombre en su polo,
no porque ignorara a aquella joven, sino porque siempre he sido malo para
recordar los nombres o fechas de cumpleaños, siento que es algo que viene de
familia.
— Nos
han llegado nuevos libros del género que a ti te gusta, aunque sospecho que ya
lo sabrás porque ya está publicado en nuestra web— sonrió.
—
En realidad sí— repliqué
rápidamente con una sonrisa que hacía entrar en confianza— y he venido a
llevarlos, pero aparte de esos quisiera uno más que me ha llamado la atención
en particular, de la Literatura Universal.
Noté que la guapa joven me miró con sorpresa y es que no
era para menos, todo el tiempo que iba a comprar libros, solía comprar libros modernos,
libros policiales, aquellos que te envolvían en una trama muy didáctica y te
enganchaban de inicio a fin permitiéndote echar a volar tu imaginación.
Imaginación que día a día se ve trasgredida por el mal uso del internet o de la
televisión.
—
¿Qué libro estas buscando?
— La
Divina Comedia. Dante Alighieri.
— ¿Y
a que se debe esa sorpresa?— preguntó curiosa Mireya.
—
He leído un poco de Dante y en
realidad en resumen me llama bastante la atención Beatrice, su musa inspiradora.
Sabía que Dante Alighieri, se había quedado perdidamente
enamorado de Beatrice, una guapa muchacha que él amo de un modo platónico y que
inclusive luego de ser desterrado de Florencia él continuó amando y la incluyó
en aquella obra magistral de todos los tiempos llamada “La Divina Comedia”,
para que quedé inmortalizada por la eternidad.
—
Bueno sí, ojala hubiesen más
caballeros así— dijo al mismo instante que soltó un suspiro, como si hubiese
sido en algún momento víctima de una desilusión amorosa o algo por el estilo.
—
Ten por seguro que sí— dije al
mismo tiempo que ella sonrió como si recobrara las esperanzas de que algún día
encuentre a una persona así.
Aquel día recuerdo que no me demoré mucho en comprar, era
como si tuviese una urgencia por llegar a mi casa y empezar a leer. Por lo que
con lo que tenía y acompañado de Mireya me dirigí a la caja.
—
Has estado poco tiempo acá, se
ve que tienes ganas de leer el libro.
Solo sonreí y saque la tarjeta de ahorros para pagar.
—
Tu tarjeta de la librería— me
indicó dispuesta a introducir mi código de afiliado a esa cadena de librerías
que por compras relativamente altas me permitía acceder a descuentos próximos.
Entregué ambas tarjetas, puse mi contraseña en mi tarjeta
de ahorros y luego de ser despedido por Mireya, me situaba en los exteriores de
la librería, saqué mi celular y marqué el número de mi hermano.
—
Ricardo ya acabé de comprar,
vámonos a la casa.
— Que
ha pasado, ni acababa la mitad del café. Debes haber comprado buenos libros
para querer ir a leerlos.
—
Ya te los enseñaré, te espero
en la librería.
Pasaron algunos minutos cuando Ricardo vino, aun con su
vaso de café en el que pude divisar el nombre Simón. Ricardo solía hacer ese
tipo de bromas, cambiarse los nombres cada vez que iba a Starbucks, era como un
juego para él y se disponía a hacer que escriban los nombres más graciosos con
tal de generar una sonrisa en su acompañante. Lo miré con una sonrisa y un
gesto de resignación como diciendo nunca
cambiarás.
Ya en casa, con un calor sofocante que suele haber en la
temporada de verano en la capital, leí por algunas horas, y sintiendo la vista
un poco cansada, me decidí por un descanso.
Tengo que confesar que en mis ratos libres, aparte de
escuchar música, suelo navegar en la red y disfruto de conversar con mis amigos
en esos programas de chat que son tan populares entre los jóvenes.
Esa vez no fue la excepción, encendí la laptop e inicié
sesión en una plataforma conocida de chat.
Habrían pasado unos veinte minutos desde que conversaba con
mis amigos de manera individual y de manera grupal en amenos minutos donde
planeábamos cosas, donde nos reíamos por tonterías y donde el tiempo se iba
volando, cuando en la parte inferior de la pantalla un globo de alerta emergió
repentinamente: “Jessica ha iniciado sesión”.
Miré por unos segundos la alerta, sin saber que hacer. De
pronto como que reaccionara y por algún extraño impulso le di clic y se mostró
una ventana que mostraba su nombre y el mío y que significaba que ambos
podíamos conversar.
No sabía que escribir, lo más lógico hubiese sido que
empiece con un “Hola”, pero aún con todo no sabía si escribir, ya que luego de
eso se daría rienda a una conversación y sinceramente no sabría qué tema tocar.
Era curioso que me pasara eso, siempre he sido una persona
con facilidad de palabra o en esos casos de conversación, y aunque para ser
sincero en ese momento sería ilógico decir que sentía algo por ella, me llamaba
la atención el por qué me ponía así.
Traté de ignorar eso y seguí las conversaciones con mis
amigos, luego de un rato volví a ver la ventana que aún no mostraba indicio de
conversación alguna y sentí curiosidad por escribir algo. Tecleaba la primera
letra cuando noté que en la pantalla decía un mensaje que repentinamente y con
letras pequeñas pude ver: Jessica está escribiendo
un mensaje.
Borré la única letra que había digitado a la espera que
ella mande algún mensaje que dé inicio a la conversación, de tal manera que se
hiciese ver como que ella era la interesada. Éramos jóvenes en ese momento y
todas esas cosas suelen suceder en el pensamiento de un joven.
De pronto no mandó nada y el mensaje que anunciaba que ella
estaba escribiendo algo también se borró. Al parecer ella pudo notar también
que yo estaba escribiendo algo y tal como lo hice ella también quiso esperar a
ver que escribía.
Dejé pasar un rato mirando la ventana de la pantalla para
ver si volvía a intentar escribir pero nada, todo seguía en blanco. Me aburrí
de esperar y cerré la ventana de la conversación inexistente y presté más
atención a la conversación con mis amigos que seguían bromeando como ignorando
que me había ausentado por un momento.
Cuando vi la lista de mis contactos conectados, ella no
estaba ahí, al parecer se había ido. Por un momento me lamenté, pero de ahí no
presté mayor atención.
Luego de un par de minutos nuevamente una alerta se dejaba
ver en mi pantalla: Jessica ha iniciado
sesión y sorpresivamente acompañando a esa alerta, una nueva se hacía ver Jessica dice: Hola Jaime como estas.
Por un acto de inercia di clic en la alerta y la ventana se
abrió nuevamente y confirmé que efectivamente ella me había escrito, me sentí
bien. Como un chiquillo que piensa dentro de sí: lo hice.
No sabía si responder rápidamente o dejar pasar unos
momentos, como para no dar a entender que estaba esperando que ella me escriba,
aunque en el fondo eso era lo que esperaba. Su foto acompañaba la ventana de
conversación y se le veía sonriente como siempre, al parecer estaba en un
parque o algo parecido por la luz del día que pude identificar.
Tampoco quería parecer arrogante por lo que respondí:
—
Hola, me encuentro bien
gracias— y acompañé mi saludo con esos famosos emoticones que parecían haberse
vuelto parte de todas las conversaciones y suplantan emociones que aparentamos
sentir.
— Me
alegra que hayas aceptado mi invitación.
— Que
ocurrencia, en realidad por gesto de cortesía me correspondía hacer la
invitación a mí, al fin y al cabo con todos esos encuentros ocasionales que
hemos tenido, te estoy considerando una amiga— repliqué tecleando rápidamente.
— No
hay problema, vivimos en un mundo donde el hombre y la mujer son iguales,
aunque igual agradezco que por algún momento hayas querido tener la iniciativa
de querer enviarme la invitación— y acompañó ello de un emoticón de una cara
redonda y amarilla sonriendo, estoy casi seguro que de haberla tenido al frente
hubiese hecho lo mismo: sonreír.
— Bueno,
me alegra que pienses así —y aprovechaba las circunstancias como cualquier
joven de esa edad de intentar pulir el mejor lado que uno tiene, el mío era la
caballerosidad— En realidad siempre he tratado de ser caballero, a pesar de que
los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos, siento que hay cosas que
no deberían perderse con el paso del tiempo, una de ellas es ser caballero.
— Guau!—
leí en la pantalla que ella había escrito— en realidad ya no hay tantas
personas que piensan como tú, o por lo menos en algunas ocasiones se dejan
llevar por la presión del grupo que los hace ser, no sé, más torpes de repente
o querer demostrar quién es el más macho de todos.
— Tienes
razón, la conducta de la persona suele ser así, el comportamiento suele variar
cuando estamos solos y cuando estamos en grupo. Muchas veces en grupo
aparentamos ser alguien que no somos por el mismo hecho de querer encajar y
como hombre tengo que aceptarlo.
—
Me alegra que lo aceptes, pero
en lo que veo en ti no pareces ser la clase de persona que eres una persona cuando
estás solo y otra cuando estás en grupo— nuevamente un emoticón.
Al parecer aún no me conocía bien, por lo general solía ser
una persona alegre sólo y en grupo, pero tengo que aceptar que en su momento también
fui la clase de persona que se comporta de una manera cuando estaba en grupo
que cuando no. No me juzgo, estaba aprendiendo y la vida social a veces te
empujaba a eso. Pero si resalto que cuando había una mujer siempre lidiaba con
ella con el mayor de los respetos. Pero en aquella conversación sentía que no
podía quedar mal.
—
Tienes razón, para mí eso no
sería lo correcto considerando que uno tiene que forjarse su propia
personalidad donde sea.
—
Si me parece bien, porque esas
personas que suelen ser unas en un lado y otras por otro lado, ciertamente me
resultan hipócritas— sentenció firmemente Jessica y cuando leí aquello sentí
como que ella lo estuviese diciendo en persona, no pude imaginar una sonrisa
bajo esas situaciones.
Aunque aquello me removió un poco la consciencia, sólo
atiné a decir
—
De acuerdo contigo— acompañe
eso de un emoticón de cara alegre y no sabía que más escribir, me sentía un
poco mal por decir mi primera mentira con ella, pero sabía que era algo en lo
que podía trabajar, total me sentía joven y conocedor de todas las respuestas.
— Y
ahora que piensas hacer, ya que no estás estudiando en la universidad— siguió
ella dando la iniciativa como para que la conversación siga una fluidez y se
deje atrás aquellos ásperos momentos, por lo menos para mí.
— Ya
vengo trabajando en una idea de negocio con unos amigos, tengo algún capital
ahorrado y bueno con un dinero que invertí en el negocio de mi papá allá en
Colombia siento que puedo iniciar algo— me sentí bien luego de decir la verdad
que me hiso olvidar rápidamente lo que anteriormente escribí.
— Me
parece bien, pero no has considerado estudiar algo o retomar tus estudios, mira
que tú has estado por la Universidad y sabes la importancia de un título.
— Bueno
estimada Jessica esto es algo en lo que creo vamos a empezar a discrepar— dije
de una manera cortés para que no parezca un desplante pero nunca me gustó
quedarme callado con respecto a eso— es un tema bastante completo que de
repente vamos a discrepar.
— No
entiendo a que te refieres, creo que sabemos lo importante que es una carrera
para nuestro futuro, para el de nuestras futuras familias— la palabra
“nuestras” me dio a entender como que nuestros caminos serían diferentes y no
se cruzarían, por lo menos en ese sentido. No me sentí mal, pero me dio
curiosidad leerlo e interpretarlo así.
—
No quiero que me
malinterpretes por favor, espero tener la oportunidad de detallarte mejor mi
punto de vista y no generar más fricciones por ahora, total de lo que se trata
el chat es de relajarse un poco, o me equivoco.
Aunque traté de dar un vuelco a la conversación, sabía que
se había generado una fricción entre una muchacha académica y un muchacho que
había dejado la Universidad, aunque sentía que tenía argumentos lo suficientemente
sólidos como para por lo menos darle que pensar, no era el momento para
hacerlo, considerando que era nuestra primera conversación.
—
Si tienes razón y espero ese
sea motivo para tener una próxima conversación, porque lamentablemente me tengo
que retirar, tengo que estudiar un poco, por que como sabrás las notas en la
universidad no las regalan.
Su comentario me resultó un poco incómodo, a pesar que
sentía que no lo había hecho con mala intención. Traté de disipar eso y del
mismo modo traté de acabar bien la conversación un poco confusa.
—
Está bien Jessica, espero lo
mismo y que te vaya bien en la Universidad. Espero no pienses mal de mí por lo
que te he dicho— concluí de esa manera aunque en el fondo sentía que efectivamente
había sido un inicio de conversación un poco accidentada.
—
No te preocupes Jaime, me
intriga saber por qué piensas así, nada más. Ya habrá oportunidad de conversar
luego. Cuídate— y concluyó así su parte.
Por mi lado me sentía un poco mal, no me había gustado dejar
una mala imagen ante personas que recién conocía, porque siempre me ha gustado
caer bien a donde vaya, a pesar de que en la Universidad tuve algunos problemas
con gente que no pensaba como yo y que por lo general terminaba ignorándolos
por su falta de argumentos que se veían mermados por su cólera y su
intolerancia.
Por una extraña razón sentía que aquella accidentada
conversación de chat con una persona que de inmediato pude identificar, era
orgullosa, me dejó la sensación que tenía que remediarlo, no podía quedar mal.
Tenía que ganarme su confianza no con mala intención, sino
con el afán de mostrarle que no era la clase de persona que ella pensaba, o por
lo menos que yo creía ella pensaba de mí. Tenía una razón para acercarme más a
Jessica.
CAPÍTULO 14
En los siguientes días, me encontraba trabajando en el
proyecto de negocio que tenía en mente. Mi paso por la universidad, a pesar de
haber sido alumno de derecho, me había dejado muchas ideas en el camino. En
realidad oportunidades hay en todos lados, sólo hay que saber verlas y no poner
excusas luego de que trabajo no hay. Siempre habrá trabajo mientras uno
conserve un ideal, una visión y sobretodo las ganas de volver una oportunidad
en realidad.
Siempre me he considerado un idealista, una persona que
hace el intento por ver cosas donde el resto no las ve, no con el afán de
querer destacar constantemente, sino por que llegue a entender que las mejores
cosas vienen de las personas que se atreven a hacer cosas que el resto no las
harán nunca por los prejuicios o por el temor al que dirán. La vida está llena
de riesgos y uno tiene que estar en la capacidad constante de poder
entenderlos.
Tenía que empezar con algo pequeño y poco a poco tenía que
ir aspirando a lo grande. Para correr hay que empezar a caminar, y para caminar
hay que empezar a gatear primero.
Me reuní con algunos amigos de mi ex universidad y con
algunos otros de otras facultades y universidades. Ya todos sabían a que iba la
reunión y todos iban con ideas y propuestas para llevarla a cabo. Por mi disponibilidad
de tiempo yo iba a ser quien encabezara todo eso, mi pasión por los libros
también me lo permitirían hacer.
La idea era abrir una librería universitaria. En lo que fue
mi frustrada carrera, los libros se habían convertido en una herramienta
fundamental para todo estudiante, fuese la carrera que fuese siempre los libros
tendían a ser una necesidad. Lo sabía y las personas que aquel día se
encontraban sentados conmigo en un conocido restaurante, también.
Si en algo todos coincidimos desde que surgió la idea, fue
que resultaba un poco incómodo tener que ir buscando de stand en stand de los
diferentes puestos de ventas buscando libros y hasta muchas veces tener que ir
a buscar en otros lugares.
Otras cosas que me incomodaban un poco, pero tengo que
reconocer también lo he hecho y muchas veces como casi todos, era el comprar
libros “piratas”. Solía compras libros originales, no porque me sobrase el
dinero, lo hacía porque era consciente de que aquel era el trabajo de alguien,
que había dedicado su tiempo, su esfuerzo y su conocimiento y conscientemente
no me parecía justo que luego su trabajo se vea en cada esquina exhibiéndose
como aquel que vende algo al paso sin mucho valor. Un libro trae más cosas
detrás.
La idea era promover todo aquello, las ideas eran buenas,
desde lograr convenios con editoriales universitarias y autores de los libros
más conocidos, hasta la creación de una página web con un catálogo y compras
online que permitan ahorrar tiempo a las personas. El tiempo vale oro y esa
tenía que ser nuestra ventaja. Teníamos que centralizar todo aquello de tal
manera que se inserte en el chip de cada estudiante que su primera opción sea
comprar en nuestro local.
Las propuestas fueron fluyendo a lo largo de la
conversación, teníamos de todo: un par de futuros ingenieros de sistemas que ya
visualizaban la creación de una página web y una aplicación compatible con IOS
y ANDROID (los Smartphone se han
vuelto algo común entre los estudiantes), un futuro economista que ya planteaba
como buscar las fuentes de financiamiento y la inversión que podría demandar,
un analista de marketing que escribía en un papel para no olvidarse luego, la
manera de promocionar todo ello y hacerlo algo común entre todos, estudiantes
de último ciclo de contabilidad y derecho viendo los procedimientos legales y
tributarios para llevar a cabo el negocio y estaba yo, un ex estudiante
universitario que era el motor de la idea, el creador de la misma y la persona
que tenía que llevar todo lo que estaba en los diferentes a la realidad, al
éxito.
Aquel día acabamos muy tarde, tanto que no recuerdo bien si
es que nos fuimos del local por nuestra voluntad o nos echaron por haber consumido
tan poco en todas las horas que estuvimos ahí.
Luego de aquella fructífera reunión, nos fuimos a celebrar
a otro lado, un grupo de jóvenes con una idea de negocio que tenía proyección y
muchas ganas y conocimientos para llevarla a cabo. Nos dirigimos a una conocida
discoteca del lugar, que era la más tranquila de todas. Sólo queríamos ir a brindar
un rato y relajarnos un poco. Pulimos algunos detalles más de las ideas
preliminares y eso sirvió para conocernos mejor unos a otros, ya que todos eran
conocidos míos pero en otros casos muchos se conocían por primera vez.
Ese día llegué exhausto a mi casa pero muy entusiasmado a
su vez. Había sido el primer paso y no era para menos. Me eché en la cama y por
varios minutos me quedé mirando al techo, perdido en las ideas y en las
visiones, donde tiene que estar cada cosa, como sería la inauguración, si
tendría éxito o no, que tan bien nos iría o que tan mal en el peor de los
casos. A pesar de todos los riesgos que podría haber, me seguía tentando la
idea de experimentar toda aquella adrenalina que algo así puede causar. Me
quedé dormido.
En los siguientes días, sabía que estaba solo pues todos
mis amigos trabajaban y estudiaban en la universidad. Tenía que ir ganando
tiempo, contacté algunas editoriales y les propuse programar reuniones en los
siguientes días, no les dije nuestra idea, en realidad no se la había dicho a
nadie incluyendo mis padres, por un temor a que el proyecto no llegase a
iniciarse y caiga en el fracaso anticipado, y por otro lado con otras personas,
el temor a que la envidia muchas veces impida la realización del mismo, una
vieja tradición pero que en algunas veces me había demostrado que podía ser muy
cierta.
Dediqué todo mi tiempo a eso, por lo menos los días donde
sabía me encontraba sin el apoyo de mis demás futuros socios por su falta de
tiempo. Creaba bosquejos, pensaba en nombres, dibujaba posibles logos y ya
había ido a reuniones con tres diferentes editoriales conocidas que publicaban
libros universitarios de diferentes materias. Aunque al inicio se mostraron un
poco escépticos, tengo que reconocer que los años en la facultad de derecho y
mi poder de convencimiento producto de devorar cuanto libro motivacional
encontraba, iban dando su fruto. Había algo que ellos veían en mí y que yo
trataba de mostrarles ya que lo había leído en uno de los libros, que hicieron
que poco a poco se vayan interesando en la idea: Convicción. Aquella mágica
palabra que hace que hasta una idea descabellada puede resultar posible porque
tú sigues creyendo que va a ser posible y transmites esa confianza al resto.
Las tres reuniones fueron buenas, primero me reuní con algunos representantes
que si bien eran importantes en la empresa no eran mi objetivo, aunque si el
primer paso, luego de aquellas reuniones programaron reuniones con los mismos
gerentes y era ahí donde tenía que hacer calar la idea, no en un cien por
ciento pero lo suficiente como para hacer que sus libros se vendan en nuestra
librería a precios accesibles. Había algo que cuando escuché una entrevista a
un ex Presidente del país que publicaba algunos libros, me llamó la atención,
le preguntaban porque sus libros eran baratos si eran originales, precios desde
quince soles hasta 30 soles como máximo y él con su típica sonrisa en el rostro
y sus expresiones perfectamente sincronizadas decía: “Al poner los precios
módicos consigo que más gente lea mis libros, y los hagan comprando la
versiones originales y no las que se venden en las esquinas, de tal manera que
en vez de vender pocos ejemplares a precios elevados, vendo muchos más a esos
precios, dejando una mayor utilidad”.
La idea era esa, vender más libros a precios módicos de tal
manera que más personas los puedan comprar, sobre todo los universitarios que
en sus primeros años de carrera no cuentan con los recursos suficientes para
acceder a la compra de libros de esos precios.
En mis ratos libres aprovechaba para leer más libros que me
permitieran hacer un mejor trabajo en el proceso de implementación del negocio,
como luego de implementado. Me llamaba mucho la atención el milagro japonés,
una cultura de disciplina y muchos valores que permitieron hacer surgir de
nuevo todo un país. Leía historias de éxito de visionarios geniales de ese
tiempo, Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckenberg, etc.
Sabía que podía conseguir algo así, pero demandaría tiempo
y esfuerzo, algo que estaba dispuesto a poner, era la oportunidad que estaba
esperando para mostrar que podía realizarme realmente.
En esos días no supe nada de Jessica, sabía por Gaby a
quien en algunas conversaciones por teléfono o por internet indirectamente le
sacaba alguna información de ella, que se encontraba en exámenes por lo que en
esas dos semanas que ella tenía para rendir sus pruebas, literalmente se
desaparecía del resto.
Aun con todo seguía yendo de vez en cuando a la casa de
Gaby a quien ya le había dado indicios de que tenía algo grande en mente y que
no se lo podía decir hasta que ya esté a punto de salir a la luz. Ella me
conocía tan bien, que solo me escuchaba y no atinaba a preguntar más de lo que
sabía yo quería responder.
También fui donde mis incondicionales amigos de promoción,
con quien siempre la solía pasar bien en la casa de uno de ellos, desde el
colegio siempre fue así, tanto que su familia nos conocía tan bien y se
alegraban al vernos casi semanalmente. Aunque ellos sabían que yo había abandonado
la universidad, no me hicieron muchas preguntas y no me habían tratado
diferente, por el contrario su amistad incondicional siempre estuvo ahí.
Ya había pasado casi un mes desde aquella primera reunión
en un conocido restaurante de la ciudad con mis amigos y futuros socios. Teníamos
que mostrar avances y ver que había pasado, el tiempo nos jugaba en contra ya
que el año universitario se acababa y teníamos que haber lanzado el proyecto a
la luz antes del inicio del próximo año académico.
Dando iniciativa a la reunión expuse mis avances en lo que
me correspondía, ya tenía contacto con cinco editoriales de renombre y que como
suele pasar con los negocios acá, necesitaban ver más que ideas para poner en
venta sus libros con nosotros, necesitaban ver más que lo que fui a exponer. El
futuro contador y abogado amigo mío, ya tenía todos los requisitos a la mano
para constituir la empresa, y expusieron toda la información requerida. El
analista de marketing ya había hecho un estudio de mercado preliminar donde en
un esquema que se dejó ver en su tableta tenía los puntos donde hay mayor venta
de libros universitarios, los libros por editoriales que más se vendían y las
materias que eran las más requeridas, desde medicina, derecho, economía e
ingeniera hasta todas las demás carreras, también nos mostró un posible lugar
donde se podría iniciar la librería, sus encuestas online habían destacado un
punto céntrico de la ciudad y muy concurrido a su vez, algo que nos entusiasmó
a todos. El futuro economista había hecho lo suyo, haciendo sus presupuestos de
inversión inicial, gastos administrativos y se había atrevido a proyectar
algunos montos que nos resultaron interesantes pero que se nos aclaró, eran
sólo estimaciones. Los futuros ingenieros de sistemas ya tenía un bosquejo de
la página web que sólo esperaba por el nombre de la empresa, el logo y el
contenido. La página era impecable, un diseño minimalista muy atractivo y con
encabezados y contenidos exactos y cada uno importante, de igual modo el otro
nos explicó lo que tenía en su tableta, un bosquejo inicial de la aplicación
para Smartphones y tabletas que tenía el contenido de la web de una manera
específica, un atractivo mapa que te permitía ubicar un punto específico, que
se presumía iba a ser nuestro local y una opción para hacer tu pedido por ese
medio.
Todo iba viento en popa, el préstamo que nos hacía falta
para iniciar el negocio había sido pre-aprobado y estábamos seguros que lo iban
a aprobar, era una propuesta inicial simple pero que con el tiempo iba a
mejorarse seguramente.
Fuimos a ver el local que otro de nosotros había encontrado,
era un lugar tranquilo y preciso para nuestra idea, un lugar céntrico que
permitía llevar a cabo nuestro negocio. Era genial para nosotros. El precio también
era razonable y teníamos a nuestra ventaja que el dueño nos dejaría hacer las
remodelaciones que quisiéramos a fin de que al final lo dejemos como estaba. No
teníamos intenciones de que eso acabe por lo que nos pareció bien.
Tuvimos una reunión más, que definiría aspectos puntuales,
el nombre la empresa. Ideas iban y venían y teníamos que definir el nombre.
Luego de varias horas de debate todos quedamos en algo: “Librocentrismo”. Un nombre que englobaba nuestra idea, el centro de
todo era el libro, el libro era el protagonista. Luego contacté a un amigo mío
del colegio que tenía conocimientos en diseño gráfico y publicitario. Me junté
con él y diseñamos el logo. Era un diseño fresco, juvenil y que reflejaba un
toque de seriedad, colores llamativos que llamaban fácilmente la atención, con
una “L” grande resaltando por encima de todo con un libro de fondo. Era
perfecto. El logo fue derivado a los ingenieros de sistemas que diseñaban la
web y programaban la aplicación para dispositivos móviles.
En los siguientes días preparamos el pedido de los libros,
aún no lo podíamos enviar porque estábamos a la espera del préstamo. Nuestro
capital se había ido en el procedimiento de constituir todo y nos faltaba el
dinero para la compra de los libros que eran lo principal. De igual modo me las
ingenié para contactar a los gerentes de las editoriales y aceptaron preparar
el pedido a espera de aunque sea una parte del pago para enviarlo, lo cual nos
permitiría ganar tiempo, tiempo que se había pasado rápido.
Ya sólo a la espera del préstamo bancario, aquellos que
inicialmente iban a ser mis socios tuvieron otros proyectos en mente que eran
oportunidades en sus carreras, los ingenieros de sistemas eran muy buenos y
luego de pasar unas rigurosas pruebas en Google, éste los contactó para trabajar
con ellos. Agradecí todo lo que habían hecho por la futura empresa y prometí
que les devolvería su inversión luego del primer año de ventas, aceptaron
despreocupados seguramente por la emoción que representaba para ellos ir a
trabajar a aquella potencia tecnológica. El contador también fue aceptado en
una de las llamadas Big Four, en el área de auditoría y aparentemente tiempo
era lo último que iba a tener, aunque me prometió que no habría ningún problema
en llevarme la contabilidad. Su inversión también iba a ser devuelta de manera
mensual junto con el pago de sus honorarios por los servicios de asesoramiento
contable cuando sea requerido. El abogado a puertas de acabar su carrera requería
de tiempo para preparar su tesis y hacer sus especializaciones, se disculpó
conmigo. Algo que no acepté porque consideré que no había faltado en nada,
antes de iniciar el proyecto sabía que esto podría pasar y aunque parezca
mentira en el fondo era lo que esperaba y quería. Igual se puso a mi disposición
para cualquier asesoría legal, le agradecí y hasta ahora continúa siendo uno de
mis grandes amigos. El analista de marketing si continúo trabajando conmigo,
por lo menos por un tiempo más, lo necesitaba para medir el mercado
constantemente a fin de estar a la par con las demandas universitarias.
En todo caso la empresa se encontraba a mi nombre, era el
representante y seguía con las mismas ganas que antes, sabiendo que esto era
una posibilidad y ya sabiendo cómo reaccionar ante esto: con el mejor de los
ánimos.
Había pasado unas semanas en la cual me dediqué a pulir
detalles ya finales, previa a la espera de la aprobación del préstamo que
empezaba a impacientarme un poco.
Decidí salir de vez en cuando para despejarme, me paseaba
con mi hermano por otras librerías a fin de ver cómo se manejaba y el ambiente
de las mismas. Ya le había comentado todos los detalles a mi hermano y le había
dado a conocer mi preocupación frente a una posibilidad de que no aprueben el
préstamo. Él me calmó un poco, me dio ánimos y me dijo que todo saldría bien.
Un día fui a la casa de Gaby, a la que también ya le había
contado todos los detalles y se encontraba muy entusiasmada y contenta por mí,
conversamos de mi preocupación por el préstamo, ella me conocía muy bien y me
entendía a tal punto que muchas veces me pregunté porque nunca iniciamos una
relación amorosa, hubiese funcionado de maravilla, aunque creo que ambos
preferimos no arriesgar un posible mal desenlace y continuar seguir siendo tan
buenos amigos como hasta ahora.
Conversábamos con mayor tranquilidad, me hacía reír con sus
ocurrencias y yo con las mías, cuando de pronto sonó el timbre y desde el primer
piso se dejaba escuchar:
—
Gaby, Jessi ya vino.
Me quedé desconcertado, no conocía más amigas de Gaby que
se llamasen Jessica y sabía que sólo se trataba de una persona. Miré a Gaby con
una expresión de desconcierto y ella me correspondió con una sonrisa:
—
Me había olvidado de
comentarte Jaime, Jessica me preguntó si podía venir a mi casa y no vi porque
no, sólo que me olvidé de avisarte— dijo Gaby mientras parecía disfrutar de
cómo me sonrojaba y me iba poniendo nervioso mientras trataba de aparentar todo
lo contrario.
—
No hay problema, es tu casa y
tú decides quien viene— le dije tratando de mostrarme indiferente.
De pronto vi que Jessica entró al ambiente y también se
mostró sorprendida al verme ahí, aunque como era costumbre con una sonrisa
dibujada en el rostro.
—
¿Cómo estás Jaime? Tiempo que
no te veía— la escuché decir con una sonrisa en el rostro.
— Que
tal Jessica, bueno tampoco es mucho tiempo, en realidad mes y algo aproximadamente—
respondí.
—
Eso sí, ni siquiera te he
visto conectado en internet, se ve que has estado ocupado— noté en su expresión
una interrogación que aparentemente me invitaba a responder que había estado
haciendo ese tiempo.
Sólo atiné a reírme y no responder. Ella se sentó frente a
mí y Gaby se fue a traer algunas bebidas.
—
No pensé encontrarte hoy por
acá— tomó la iniciativa Jessica.
— La
verdad que yo tampoco, vine solo un momento a conversar con Gaby. Suelo hacerlo
de vez en cuando.
— Espero
no haya sido imprudente y estar interrumpiendo algo. De ser así puedo
retirarme.
— No,
de ninguna manera, no incomodas. Es más me alegra que estés por acá— aproveché
para recalcar a raíz el incidente de la vez pasada— Quería conversar contigo
con respecto a la vez pasada.
— En
realidad creo que eso nos demandaría más tiempo, lo podremos conversar otro
día— sus palabras me invitaron a pensar que podría salir un día con ella.
— Me
encantaría.
— Espero
no interrumpir nada— dijo sonriendo Gaby que entraba con dos vasos con agua—
Tomen por favor, deben estar sedientos.
— Gracias—
dijimos Jessica y yo al unísono, algo que despertó sonrisas en ambos y a Gaby
también.
— Bueno
le decía a Jaime que espero no estar interrumpiendo algo— preguntó Jessica
dirigiéndose a Gaby.
—
Para nada, Jaime sólo me
estaba contando algunas cosas— Gaby me miró y pude interpretar que me
preguntaba si debería o no contar lo que había dicho con respecto al negocio.
Mi mirada se centró en ella diciéndole que no.
Así pasamos unas cuantas horas conversando de diferentes
cosas, de vez en cuando Jessica y yo nos mirábamos y ambos sonreíamos, era muy
extraño ya que sólo nos habíamos visto ocasionalmente y habíamos platicado sólo
una vez, por internet, que por cierto no fue un gran inicio de conversación.
La música sonaba suave, la tarde empezaba a llegar y se
escuchaba menos ruido en la calle. De vez en cuando tenía que escuchar lo que
Jessica y Gaby conversaban de personas que no conocía pero por educación solo
asentía y sonreía de manera forzada, como si de veras me interesara lo que
estaban conversando.
Ya me alistaba para retirarme, no sé si mi ausencia les
hubiese importado demasiado ya que al parecer ambas se habían enfrascado en
aquellas entretenidas conversaciones de chicas que parecen no tener final.
De pronto mi celular sonó.
—
Discúlpenme un momento— les
dije a las dos, luego de ver en mi celular un número que no tenía registrado.
Al parecer ellas no escucharon lo que dije y seguían conversando.
Me retiré al balcón y contesté la llamada:
—
Buenas tardes.
— Buenas
tardes, ¿señor Valenzuela?— escuché decir por el otro lado.
— Si
el habla, ¿Con quién hablo?— hablé en tono serio.
— Que
tal señor Valenzuela, le saluda Pedro Baguer del Banco de Crédito del Perú— al
escuchar el nombre del banco me sobrepuse y dejé a un lado el vaso que traía
conmigo.
— Que
tal señor Baguer, dígame en que puedo atenderlo— dije con un tono un poco
nervioso ya que en realidad sabía para que era la llamada.
— Si,
llamaba para conversar con respecto al crédito.
— Claro
si, solicité un préstamo para iniciar un negocio y quedamos en que me darían la
respuesta para confirmar si procede o no.
— Efectivamente—
escuché decir con ese tono que al parecer mecánicamente suelen decir los
trabajadores administrativos a todo, como un formalismo común— El préstamo que
ha solicitado con nuestro banco ha sido aprobado. Felicitaciones señor Valenzuela,
déjeme decir que para nosotros es un honor y un privilegio poder apoyar
negocios emergentes de personas jóvenes, nuestro compromiso para con el país y
su gente cada día es mayor, por lo que espero esto haya sido un precedente de
las buenas relaciones entre el banco y usted— poco o nada escuchaba aquellas
palabras, seguramente digitadas para leérselas a todas las personas que
solicitaban lo mismo, a mí lo único que me interesaba escuchar era la palabra
“aprobado”, con lo que daría inicio a mi tan esperado proyecto.
— Gracias
señor Baguer por la oportunidad, para mí también es un placer haber obtenido el
préstamo con ustedes, uno de los mejores bancos del país con años de
experiencia y fiabilidad— agregué como un gesto de diplomacia y pensé que
seguramente el señor Baguer inflaría el pecho escuchando esas palabras.
— Muchas
gracias señor Valenzuela, lo esperamos en nuestras instalaciones para hacer
efectivo el préstamos y como le dije, es un placer atenderlo y que forme parte
de nuestro banco y su empeñosa gente.
— Gracias
a usted, estaré ahí lo más antes posible, buenas tardes— me despedí porque no
tenía muchas ganas de seguir hablando y sólo disfrutar del momento.
—
Buenas tardes señor Valenzuela,
lo esperamos…— y colgué antes que concluya su expresión.
En ese momento me sentía genial, mi orgullo y mi entonces
ego se había alimentado más, una vez más me habían resultado las cosas, una vez
más todo giraba según lo pensado. Tomé un sorbo de agua para humedecer mi
garganta que se había secado un poco por el intercambio de palabras con el
agente del banco y dejé a un lado el vaso. Con vista a la calle miraba pasar
los carros con indiferencia de mi momento de gloria que al parecer sólo yo
distinguía. De pronto noté que alguien se acercaba, era Jessica:
—
¿Todo bien Jaime?— me preguntó
sin que yo voltease para verla— recibiste una llamada y saliste y pensamos que
algo estaba mal.
—
Todo bien Jessica, nada podría
estar mejor ahora— agregué con un tono de satisfacción que sólo un momento como
ese podría ofrecer, en pocos días iban a cambiar muchas cosas y le iba a cerrar
la boca a muchas personas. Contra todo pronóstico, iba a demostrar quién era
Jaime Valenzuela.
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