Este siempre polémico programa nos trae a la mesa nuevamente
el contenido, poco regulado desde luego, del menú que ofrece la televisión peruana
a sus televidentes. Está claro que desde ya hace varios meses un puñado reducido
de personas, y digo reducido porque aparentemente el tan famoso rating
contradice y avala cualquier intento por desaparecer este contenido de las pantallas,
ha intentado por todos lados mitigar el impacto que estos programas tienen en
la sociedad. Es evidente que no suman ni aportan nada al común denominador más
que unos minutos de morbo y de seducción de los jovencitos que aspiran a ser
como sus ídolos en pantalla cuando sean grandes. No hay una victoria asegurada
en esta desenfrenada lucha por parte de un grupo de personas que quieren
revertir estos contenidos y reemplazarlos por algún otro contenido que sume a
la educación y al desarrollo de nuestra sociedad, dado que es perceptible a
leguas que hay una sensación, que cada generación parece estar encaminada y
condenada a vivir así y que al parecer ya resignó y asimiló que así será.
Y es precisamente en este punto donde conviene preguntarnos
si realmente nos merecemos otro tipo de televisión. ¿Realmente el peruano se
merece otro tipo de televisión? ¿O realmente lo que hoy por hoy vemos en
pantalla es lo que el peruano de hoy necesita? Frente a la primera pregunta no
sé si realmente tenga una respuesta. Frente a la segunda respuesta parece que
las cifras y el rating televisivo parecer haber dado la respuesta.
Durante los años la televisión peruana ha visto degradar su
contenido a través de los distintos programas que ha ido mostrando a cada
generación: cada vez más violenta, cada vez menos censurada, cada vez más sexual,
cada vez más estúpida. Y es que al parecer el contenido está diseñado para lo
que la gente de cada generación necesita y lo que sin duda alguna en medio de
esta pandemia estamos viviendo como sociedad, que cuando uno ve lo que pasa en
las calles y lo contrasta con el contenido televisivo parece ser un calco
perfecto.
Por eso a veces no entiendo por qué se generan odios y
críticas con estos muchachos que día a día salen en estos programas juveniles dado
que probablemente no tengan la culpa de estar ahí. A lo mejor ni siquiera sepan
exactamente para que han sido destinados y no creo que tengan la capacidad ni
la lucidez de poder entenderlo. Alguien vino un día, les ofreció una buena
cantidad de dinero para salir al aire y ellos solo hacen lo suyo. No creo que
nadie se negaría si te prometen que mes a mes te van a llenar la billetera con
algunos dólares. Son solo carne de cañón en la primera línea de este repudio
colectivo por el contenido que generan, pero la responsabilidad no recae sobre
ellos. Nuestra ya maltratada sociedad pide esos contenidos y los productores y
dueños de canales que están detrás de todo esto solo le dan al coliseo romano lo
que piden, y de paso lucran con ello obviamente. Son como los cómicos ambulantes de los años
90s. En ese entonces ese tipo de humor fue muy requerido por la gente y los
dueños de Panamericana solo les dieron el espacio para que sean vistos a nivel
nacional. ¿Quién podría juzgar a los cómicos que sólo hacían lo que día a día hacían
en la calle? Fue una etapa muy criticada pero no fue culpa de ellos. Hoy los “guerreros”
son esos cómicos ambulantes de los 90s, guardando la distancia desde luego ya
que por lo menos los cómicos ambulantes tenían talento para hacer reír al público.
Hay un programa muy recordado y visto hasta el día de hoy de
una entrevista entre Marco Aurelio Deneri y Cesar Hildebrandt en “La Función de
la Palabra”, un genial programa que se transmitía en televisión del estado a
todo el territorio pero que nunca gozó de la popularidad que mereció. En dicho
programa se hizo un exquisito análisis de la historia de la televisión peruana
y su degradación a través de los años. Dos mentes brillantes desnudaban por
completo la devastación de la televisión en el tiempo y en lo personal
recomiendo ver ese episodio (y si disponen de tiempo muchos otros episodios de
dicho programa del recordado Marco Aurelio).
Muchas indican que la solución está en el control remoto. No
es así de fácil, es como que te arrojen a una cámara cerrada, enciendan un gas
mortal y te digan “bueno si quieres dejas de respirar para no consumir el gas”.
Hoy estamos infestados de todo ese contenido.
Es una suma de estas y muchas otras variables del por qué
con el paso de los años vemos más gente en los gimnasios y menos en las bibliotecas,
por ejemplo.
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