Por Jefferson Valdivia
Era un fin de semana por la tarde donde me animé a caminar un poco por mi barrio, me sentía un poco cansado por la rutina que constantemente estoy llevando, motivo por el cual decidí dar un paseo por aquellas calles que durante años de mi vida fueron testigos de mi desarrollo, del pasar de mis años y de todas las cosas que se me vinieron a la mente cuando me aventuré a caminar por acá.
Ya no encontraba muchos niños jugando en la calle y con los pocos que me topaba parecían ser de otro tiempo, un tiempo inimaginable cuando yo tenía su edad pues parece que las cosas han cambiado mucho entre estas generaciones y es todo aquello que me llevó a recordar un poco de esa etapa que guardo como uno de mis grandes tesoros: Mi niñez.
26 de Junio de 1991 fue el día en que nací, en medio de un ambiente un poco turbulento o en el proceso de superación del mismo en el país. Aun con todo mi madre se las ingenio para hacer que mi estadía en su vientre y mi llegada al mundo fueran de la mejor manera.
Hijo mayor de dos hermanos hombres y al ser el primer hijo en la casa uno asume una serie de cosas desde que es muy pequeño, desde la niñez.
Mi padre, una persona estricta derepente por su crianza y su paso por el ejército, inculcaba en mi desde muy pequeño la disciplina, el orden y la importancia de las cosas que van mas allá de lo material.
Mi madre, una persona que hasta ahora es consentidora con sus hijos, veía que no nos faltase nada, que tuviésemos todo en orden y se daba tiempo para cuidarnos a pesar que también trabajaba.
Mi niñez esta plagada de tantos recuerdos que solo me limitaré a los que ahora se me vienen a la mente, es que ciertamente son demasiados y tratar de ponerlos todos en un post se me haría muy complicado.
Desde que era un bebe siempre fui muy querido por mi familia, desde que nací todos estuvieron al pendiente de mi llegada, era el sobrino hombre mayor, el primer hijo hombre del único hijo hombre de mi abuelo paterno al que tanto cariño le tengo y era el producto de un hogar hasta ese entonces unido.
Mis padres me cuentan que cuando era un niño aun pequeño ya me gustaban los rompecabezas, armarlos y desarmarlos y cada vez subían el nivel de dificultad para tratar de que me distraiga.
Recuerdo aun con nostalgia a mi abuelo Kike, directamente no era mi abuelo pero yo lo quería como tal, era el tío de mi mamá y vivía en el primer piso junto con mi tía. El se encargo de cuidarme hasta que se marchó de este mundo, y aunque para serles sinceros mi memoria no guarda muchas imágenes claras de todos aquellos momentos, aun siento afecto y cariño por la persona que me hacía caminar, que estaba al pendiente de mi cuidado y que si tenía que lavar mis pañales, lo hacia sin ningún reparo. Mis padres pasaban su tiempo trabajando y me dedicaban todo el tiempo libre a mi, por tanto mientras ellos no estaban en casa mi abuelo Kike se encargaba de mi cuidado, éramos hinchas del televisor y del programa "salvados por la campana" y ya me mostraba como un fanático de "Popeye el Marino" y tengo entendido que Popeye fue una de las primeras palabras que aprendí a decir. Como olvidar aquella vez, que en el aún televisor en blanco y negro que había en mi casa, veía jugar a un equipo plagado de buenos jugadores entre ellos admiraba como jugaba un joven Julinho y con conjunto de jugadores de buen toque de pelota y calidad de juego y a mi que me empezaba a gustar el fútbol esas imágenes me marcaron y me llevaron a ser hincha del equipo de mis amores: Sporting Cristal.
No puedo recordar mucho a nuestro perro de ese entonces, uno llamado Barry, dicen que era listo y lo único que le faltaba era hablar, antes de mi llegada era tan querido como un hijo por toda la familia que en ese entonces aún no iniciaban sus propios hogares, me apena escuchar que cuando yo nací toda aquella atención recibida por Barry se desplazó hacia mi y ese fue el motivo por el cual esa querida y aun recordada mascota se fue de la casa en un descuido para no retornar otra vez.
Y así fueron pasando algunos años de mi vida, donde sólo conocía lo que era mi casa y la casa de mis familiares, mis cumpleaños de primer año o mi bautizo fueron muy recordados. Fue esa de las pocas ocasiones que pude ver tanta familia reunida en mi casa, algo que poco a poco ya se esta perdiendo, pero que aun a través de las fotos quedan impregnadas en la retina y en la memoria para siempre. Mis abuelos mostraban menos canas que ahora, mi tíos con peinados extraños y algunos mas delgados, algunos primos luciendo ropa que seguramente fue escogida por sus padres y así ver la foto de aquellos que mas que compartir contigo un apellido comparten una historia, es emocionante.
Ya cumplía un poco mas de edad y pues esas cuatro paredes en las cuales crecí tenían que empezar a abrirse para mostrarme también que había mas allá. Así fue como pase de mi casa al nido, en ese entonces aún mi colegio se llamaba "Las Ardillitas" y estaba ubicado a cuatro casa de la mía por lo que la hora de entrada no representaba ningún problema para mí. Fue ahí donde tuve a una de las mejores profesoras que he tenido, mi aún recordada Miss Gladys que me enseño mucho y me forjó también aquella disciplina para los estudios y para mi vida personal desde tan pequeño. Esa etapa fue muy corta ya que el nido no demanda mucho tiempo y en realidad creo que lo que iba a hacer ahí era seguir armando mas rompecabezas y empezar a posar para el lente de la cámara de mi papá que es un fanático de las fotos y que gracias a eso puedo recordar hasta ahora todas aquellas etapas de mi vida.
Ya estaba a punto de empezar la primaria y mi recordado colegio era el candidato favorito para continuar mis estudios. Cambió de nombre para pasar a llamarse "Mark Twain" y fue ahí donde ya empezaba a conocer a mas gente, realmente el colegio no contaba con un gran aforo pero la calidad de enseñanza fue buena para mi ya que me permitía seguir desarrollándome y a la par en mi casa con las lecturas y todo eso fue que empecé a interesarme más por los libros. Fotos hay cualquier cantidad, con la directora, con las profesoras, con mis compañeros, con mi familia que iban a verme al colegio de paso que visitaban a mis padres. Cada vez que recuerdo aquellos años se me dibuja una sonrisa en el rostro, el recuerdo de las actividades en el colegio, todos los años con mi peinado raya al costado muchas veces apoyado por mi tía Silvia fanática de tenernos bien peinados y que cada vez que venia de Arequipa era la encargada de peinar a todos los sobrinos, me paraba al frente y recitaba poesías o participaba en danzas en cuanta actividad fuese posible impulsado por mis padres que siempre han querido que sea participativo y que gracias a eso me hicieron formar una personalidad. Los reinados de la primavera, ver esas fotos con mi pequeño terno y la reyna a mi costado nos paseábamos por las calles de mi barrio en un carro muchas veces decorado por el ingenio de mi papá, que no dudaba en bajar un sillón si era posible para que nos sentemos ahí y el espectáculo fuera más visible ya que durante toda mi primaria tenía que danzar el vals y esas canciones para bailar con mi pareja. Los paseos de antorcha tampoco eran la excepción, mi padre nuevamente haciendo gala de su ingenio aplicaba su tiempo libre a construirme buenas antorchas de caña que eran las más vistosas en los pasacalles. Ni que decir de las fiestas patrias, en los primeros mis disfraces siempre eran los mejores y no por que se invirtieran mas en ellos, ya que la economía tampoco era de la mejor en ese entonces, sino por el ingenio de mis padres para vestirme de militar o ranger y caminar disfrazado por las calles; boinas, cara pintada con camuflaje, chaleco, pistola de metal, granadas de plástico, botines militar para mi talla, uniforme completo, era alucinante como podían llegar a vestirme así durante varios años para salir a desfilar en la calle, tengo la sensación que mi papá ha querido que mi hermano o yo seamos militares. Luego de pasados algunos años aun en mi primaria, al no haber banda en mi colegio, mi papá se encargó de organizar una pollada para sacar fondos y tener así nuestra pequeña mini banda que poco a poco se iba implementando. Yo era el encargado de tocar la tarola, una especie de tambor pero más delgado y de sonidos mas redoblantes que me acompaño hasta mi sexto grado de primaria.
Como olvidar aquella vez que me hicieron bailar el pirulino de pedro el escamoso en la calle, en un aniversario que hubo por el día de la madre, mi mamá se encargo de hacerme mi peluca con ráfaga y así bailar con Rubén y Pamela unos amigos del colegio. O mi primera campaña política en la primaria por la elección del nuevo alcalde estudiantil, no éramos muchos alumnos pero aún con todo implementaron el proceso electoral estudiantil en mi colegio, fueron mis primeros discursos con tan poca edad, la elaboración de propuestas, armar a mi equipo de trabajo y entrar de salón en salón a tratar de convencer a los alumnos que poco o nada sabían de política, pero escuchar hablar a mi abuelo Nazario que en paz descanse, un Aprista de los buenos con un nivel de oratoria impecable me ayudaba mucho a tratar de imitar algunas cosas y aplicarlas en mi colegio primario. Y así fue como ganamos las elecciones estudiantiles estando en sexto grado, fue el único lugar donde percibí realmente que la gente tenía la capacidad de ver la honestidad y la honorabilidad de los candidatos a pesar de no entender mucho el tema, luego de eso no volví a ver cosa igual, Universidad, Perú lejos aún de llegar a eso.
Ya mi hermano había nacido y por ese entonces solíamos jugar con la gran cantidad de juguetes que teníamos, a mi papá le gustaban los juguetes aunque muchas veces no los podíamos usar, esta parte me causa mucha gracia ya que recuerdo con claridad, hasta antes que nazca mi hermano, la gran colección de muñecos de Star Wars que adornaban el estante de mi cuarto, grandes y chicos quedaban maravillados con aquellos juguetes, aunque confesando nunca tuve oportunidad de usarlos para jugar ya que mi papá no quería que los malogre, nació mi hermano y con un carácter totalmente diferente al mío y con una astucia propia de él, se las ingeniaba para sacarlos y hacer lo que quería con ellos y así poco a poco vi como mis muñecos con los que no tuve oportunidad de jugar iban quedando sin cabezas, sin brazos, sin piernas, hasta encontrar solo cajas vacías de aquellos.
Al estar mi pequeño hermano en casa, ya la atención estaba centrada en los dos, reconozco que hemos sido muy traviesos de pequeños, inclusive muchas veces malcriados, como olvidar aquel chicote que lleva el nombre de un santo y que poco o nada se relaciona con santidad; el famoso San Martincito, aquel chicote delgado con tres puntas que creo yo muchos de nuestra generación han guardo un respeto profundo por el. Mi hermano y yo solíamos ser caseros de ese, muchas veces el hacía algo y yo por ser el mayor también recibía, cuantos de esos hemos botado a la espalda de mi casa, calculo unos cuatro o cinco, aunque en algunos momentos prefería eso a los gritos que muchas veces mi madre nos propinaba, conocidos por todo el barrio y recordados aún por mi. Fueron etapas donde a pesar de ser tranquilo muchas veces era un poco malcriado y estando bien o no, pues aprendí la lección aunque muchos discrepen con ello, no me generó ningún rencor y pues de una manera u otra hizo de mí una persona que sabe bien lo que tiene que hacer para no andar por malos pasos.
Ya empezaba a salir a la calle, a conocer nuevos amigos con los que tantas cosas pasé: El Ovalo de Huandoy, un populoso sitio del distrito de los Olivos, 22 años de mi vida están acá y a pesar de todas las cosas que hay o han habido me gusta vivir acá, toda mi vida esta acá y muchas cosas que se o hago las aprendí de acá. Como olvidar a mis entrañables amigos con los que prácticamente crecí, eramos unidos para todos lados, cuando no estudiaba o acababa mis tareas tenía el permiso para salir a jugar, algo que creo ha quedado en el olvido.
Aquellas inmemorables pichangas de barrio en la pista, cuantas rodillas raspadas, cuantos caídas o fracturas todo por querer a llegar a jugar o hacer las jugadas de nuestro aquel entonces ídolo eterno Ronaldinho, en el barrio fue donde aprendimos a jugar realmente, en ese tiempo lógicamente eramos más ágiles y el fútbol era nuestra pasión como todo niño. Eramos peloteros de barrio, jugábamos en nuestra calle o en el famoso "cementerio de las pelotas", apodado así por la gran cantidad de pelotas reventadas cuando se iban rodando hasta la avenida. Los famosos arcos de piedra, 4 ladrillos postrados sobre la pista que hacían en papel de arco, éramos todo terreno jugábamos donde se podía jugar sin excusa alguna y si no había con quien jugar íbamos a otros barrios a retar a otros jugadores y se armaba la pichanga, no interesaba si había apuesta o no de por medio lo único que interesaba era jugar y hacer lo que más nos gustaba. Recuerdo cuando arreglaron la pista de mi barrio ya desgastada y con baches por el paso de los años, era como si nos hubiesen puesto una cancha de césped artificial, la pelota rodaba sin saltarse y eso era emocionante. El mete gol tapa tan famoso de algunos barrios que nos llevó a romper un enorme vidrio de la casa de una vecina y como buenos cómplices que éramos nos corrimos y nadie delató a nadie, lamentablemente de ahí se enteraron y veíamos como nuestras madres salían a sus puertas a dar su cuota para comprar otro vidrio.
El fútbol fue nuestra gran pasión, pero como cualquier otro niño también jugábamos de todo; como olvidar el trompo del cual se desprendía varios juegos, hacer piruetas como la voladita, o jugar a la cocina o al rompe trompo con una enorme roca para el que perdía; las canicas, aquellas que se guardaban en esas botellas de Sprite de 3 litros y habían de todos los colores muchas veces la más buscada era la blanca a la que llamábamos "la lechera" que nos traían las rodillas negras por estar tanto tiempo arrodillados; las típicas escondidas con el famoso "ampay me salvo"; los siete pecados; un tiempo después con la moda de los dibujos llegaron los queridos chipy taps que golpeaban y golpeaban el suelo hasta que se voltee el otro taps; los beyblade, parecidos a unos trompos pero que giraban con una guía algunos con saca chispa, casi me cuesta un castigo cuando use el lavatorio metálico de mi mamá como estadio y todos en la calle amontonados viendo como salía chispa de aquellos choques emocionantes; las cartas de yu-gi-oh que al inicio presentaban montos razonables hasta llegar a niveles de ataque infinitos, era gracioso ver todo eso. Los recortables en su momento de los super campeones o del dibujo de moda, los soldaditos de plástico y cuanta cosa había lo jugabamos en el barrio con mis amigos. Éramos palomillas de barrio, pero no de aquellos que andan en malos pasos, sino aquellos que solo pensaban en pasarla bien y divertirse en el barrio de una manera mas sana.
Ya íbamos creciendo y algunas de esas cosas iban dejándose atrás menos el fútbol que fue nuestro acompañante por varios años más ya jugado por nosotros en un escenario más serio como el parque de La Capilla hasta ahora recordado y sino estaba disponible, "pistón" no mas. Empezaba a ponerse de moda los juegos de Internet y recuerdo hasta ahora cuando íbamos a jugar counter strike y fiel a nuestro estilo callejero creamos nuestras armas y nos pusimos a jugar en el barrio usado como escenario de batalla. Desarrollábamos mucho nuestra creatividad para todo.
Los años pasaban un poco más y pues había un poco de curiosidad por conocer también a algunas amigas ya que en nuestro barrio no habían chicas, solo algunas que llegaron por un tiempo que me parecía eran de alguna religión o algo así y la hermana y prima de mi amigo pero nosotros queríamos encontrar gente más allá. Así fue como empezamos a salir de nuestra calle para ir en caminatas a otros barrios donde tuvimos la oportunidad de conocer a un grupo de chicas también de nuestra edad, nos hicimos sus amigos y a veces parábamos allá, en algunos casos con otras expectativas.
Recuerdo claramente que en ese barrio se dio nuestro primer quinceañero, al cual desde luego estábamos invitados y todos por primera vez nos veíamos vestidos con ropa algo elegante, algunos mas parecidos a mozos de restaurante y otros con ropa de vestir de nuestros padres, era gracioso. Con respecto al regalo, aun no contábamos con más dinero que nuestra propina y recuerdo que sólo un amigo habia comprado un regalo, que al parecer era un jabón Neko o Bolivar bien envuelto y todos entramos a la fiesta con eso.
Ya han pasado varios años y aunque no veo a casi ninguno de mis amigos, los recuerdos y las vivencias quedan para siempre no solo para mi, se que también para ellos. No frecuentamos mucho, algunos estudian otros trabajan y casi nadie esta disponible para nuestras recordadas pichangas de barrio ni otra cosa. Y aunque todas las vivencias mas que hay no están del todo en este post por lo mucho más extenso que sería, marcó mi vida para siempre y me hizo vivir mi niñez de la mejor manera posible, a pesar de todo.
Gracias, espero poder seguir escribiendo mas cosas para el gusto de las personas, tendre en cuenta tu comentario. Hay alguna alusión en especial?
ResponderBorrarInspirate en tu amigo Talaveris, esa si seria una buena historia, y tendrias demasiado por narrar.
ResponderBorrar