Por Jefferson Valdivia
NOTA: Los siguientes personajes son ficticios y no guardan relación con personas reales ni hacen alusión a nadie en particular.
Iba la chica de chalina celeste y hermosos ojos caminando por la calle en medio de su soledad y sus pensamientos, era un fin de semana más donde solo esperaba encontrar esa calma y tranquilidad fuera de horarios de oficina y de la rutina. Caminaba a pasos cortos y con la mirada perdida mientras contemplaba a su alrededor a algunas familias caminando y en particular miraba parejas de enamorados o novios que caminaban abrazados con miradas sinceras y gestos de amor, al hacerlo se preguntaba si el amor era para ella pues hace ya algún tiempo pasó una desilusión y se cuestionaba si en realidad todavía podía existir el amor sincero que poco a poco se va perdiendo por las banalidades de la vida. Pero el amor no era su prioridad o por lo menos así se lo hacía creer constantemente porque en el fondo un miedo le invadía al recordar todo aquello por lo que había pasado y que no tenía intenciones de volver a repetir: A raíz de eso había cambiado mucho su forma de ser, pasó de ser aquella carismática muchacha a una persona más fría de lo normal y eso le valió para poco a poco irse alejando de muchas personas, pero comprendió que por el momento era lo mejor.
El muchacho de gafas leía los últimos párrafos del libro que su padre le había obsequiado: "La Divina Comedia" de Dante Alighieri, autor que llevaba su nombre. Cuando finalizó la última hoja del mismo, encendió un cigarrillo y contemplaba la inmensidad del mar mientras pensaba en todo lo que había leído y no hacía mas que sorprenderse. La Divina Comedia es un clásico de la literatura universal y él lo sabía pero por encima de ello y lo que lo motivó mas a leer aquel escrito y lo maravillaba era como el amor por una mujer podía llevar a escribir uno de los más grandes textos de la historia; Beatrice la musa inspiradora de Dante Alighieri, persona de la cual él quedó perdidamente enamorada desde que la vio por primera vez a los ocho años por las calles de Florencia. El muchacho de gafas se preguntaba si es que tal amor es posible, un amor a primera vista que a pesar del tiempo y la distancia (ya que Alighieri fue desterrado de Florencia) podía perdurar por los años. Había leído lo suficiente acerca de su autor para conocer que un saludo de su amada Beatrice le bastaba para sentir ese amor incondicional y a pesar de ser un amor no correspondido lo que Aliguieri sentía no era opacado por nada, inclusive después de que Beatrice falleció, Dante seguía enamorado de ella y es por ello que la ubica a Beatrice en el cielo, tercer libro de la Divina Comedia, donde representa la fe y lo guía a Dante por las sendas del paraíso. Han pasado ya muchos años desde aquella historia y el muchacho de gafas quedaba igual de asombrado que las millones de personas que conocían esa historia, muchas veces creía que tal cosa no era posible, menos ahora por lo mucho que los tiempos habían cambiado. A pesar de no ser una persona como el resto, ya que siempre buscó ser diferente al común, él no podía siquiera imaginar una situación en la que una persona con tan solo contemplar a otra quede locamente enamorado a pesar de las muchas barreras y prejuicios que actualmente hay.
A poca distancia de su destino, la muchacha de chalina celeste y hermosos ojos podía ya divisar el mar y sentir su brisa, algo que disfrutaba y era motivo constante de sus repentinas visitas al litoral. No encontraba un mejor lugar para estar alejada de todo y de todos que el mar, era su fiel aliado y testigo de todos los momentos por los que había pasado, aquellos de felicidad como los de tristeza donde acudía a llorar y ver como sus lágrimas se confundían con las olas del océano, le hacía recordar que sus problemas en comparación con la belleza que encontraba en el mar no era en nada comparable y se daba ánimos a si misma para seguir adelante. Esta vez solo iba por que necesitaba sentirse relajada y aliviada de los problemas.
El muchacho de gafas trataba de encontrar respuestas a muchas preguntas, siempre se había caracterizado por ser racional y eso lo llevaba a cuestionarse constantemente de las cosas que leía o escribía. Mientras lo hacía, veía parejas caminando por el marco espectacular que ofrece el mar para el romanticismo y a pesar de no causarle tanta nostalgia se preguntaba si es que él también pasaría por eso en algún momento. Sería genial compartir momentos de felicidad, de tristeza, tener una musa inspiradora a quien escribirle y dedicarle los más bellos poemas, tener a alguien a quien apoyar cuando este en malos momentos y a quien felicitar cuando se encuentre en importantes acontecimientos, alguien a quien abrazar por las calles y sentir aquel deseo de tener por siempre a la mujer que amaba. Dentro de sus momentos racionales estaba asombrado de como una persona puede enamorarse de otra habiendo millones alrededor del mundo, solo en la ciudad ya habían demasiadas personas como para que solo puedas sentir amor por una sola. Esperaba que también a él le pase algo similar. El atardecer estaba llegando y le fascinaba tomarse una taza de café mientras contemplaba ese maravilloso espectáculo que sólo el mar le podía dar.
La chica de chalina celeste y hermosos ojos contemplaba el mar, era algo que no se cansaba de hacer y a menudo se decía que si le pagaran por hacer eso seguramente sería millonaria. Notaba que el atardecer ya llegaba y era una de sus escenas favoritas: contemplar la puesta de sol, pero aún había tiempo y decidió caminar un poco más alrededor del lugar, podía ver que a varios metros habían personas y eso seguramente se debía a que algunos pequeños negocios se encontraban por el lugar. Había caminado durante largo rato y sintió deseos de comer algo y beber algo caliente pues el frío se empezaba a filtrar por su vestimenta. Se dirigió para ver que encontraba en el lugar.
El muchacho de gafas pidió su cambio y con su vaso de café caliente se disponía a caminar un rato más por el lugar. Otra de las cosas que más disfrutaba hacer era escuchar música, por lo que sacó su reproductor y se colocó los auriculares para poner un poco de música relajante. Así se la pasó caminando por varios minutos sin evitar pensar en lo que había leído. Las ideas le daban vueltas por la cabeza constantemente.
La chica de chalina celeste y ojos hermosos difícilmente pasaba desapercibida, era muy hermosa y sus ojos eran encantadores, tenia una mirada de la que muchos quedarían enamorados. Es por ello que le incomodaba muchas veces caminar sola ya que no faltabas algunos "galantes" que trataban de llamar su atención y eso a ella le incomodaba, Aún con todo siguió caminando y empezó a sentir un poco de nostalgia al no tener a su lado una persona que pudiera estar ahí para ella y derepente le evitaría pasar algunos malos momentos que sola había aprendido a evitar mientras caminaba por la calle. Se sobrepuso y trato de desviar su atención a otro lado, al mar que estaba ahí para ella y seguramente estaría cuando ella lo necesite. Caminaba contemplando las olas para no pensar en ideas que la pudieran atormentar.
El muchacho de gafas caminaba a pasos más acelerados y su mente estaba enfocada en la música y el libro, cuando de pronto de manera intempestiva y sin darse cuenta tropezó con alguien y este choque provocó que el café se le derrame por el traje y las manos, no pudiendo evitar el dolor que sintió al hacer contacto con agua caliente. Aún con todo se sobrepuso para explicarse que era lo que había pasado. Se sacó los audífonos y delante suyo pudo ver que no era el único que se había manchado con el café, vio como una chalina de color celeste también mostraba rastros del mismo.
-Lo siento, ha sido culpa mía no vi por donde caminaba- dijo el muchacho de gafas mientras sacaba el pañuelo de su bolsillo dejando su libro a un lado y haciendo muestra de su caballerosidad.
-No, la culpa ha sido mía, andaba distraída viendo el mar y no me fijé que venías por ahí- dijo una dulce voz que de inmediato hizo que el muchacho levante la vista para ver de quien se trataba.
El muchacho de gafas levantó la mirada para ver de quien se trataba esa voz que le llamaba la atención y se encontró con un par de ojos que desprendían una mirada que él nunca había visto antes y que de inmediato causó en él una repentina sensación de vergüenza por el acto cometido previamente. No pudo evitar sonrojarse, algo poco común en él, cuando se sobrepuso del shock provocado por el impacto y las circunstancias, reaccionó y vio que frente a él se encontraba una simpática muchacha que se limpiaba con su pañuelo y cuya belleza el sentía nunca haber visto antes, el corazón se le empezó a acelerar y sólo tuvo tiempo para reaccionar y preguntarle:
-Te encuentras bien? Espero no haya sido nada grave.
-No te preocupes, reitero mis disculpas- dijo la atractiva muchacha.
Mientras se limpiaba los rastros de café en su chalina celeste, la muchacha de ojos hermosos empezaba a reponerse del repentino encuentro con aquel desconocido muchacho que gentilmente le había dado su pañuelo para limpiarse luego de que ella tropezara con él por andar contemplando el mar. Aquella muestra de caballerosidad llamó mucho su atención, era algo poco común en las personas que solía conocer y un gesto de cortesía que a ella le encantaba. Aún con todo se estaba haciendo algo tarde y tenía que apresurar su partida del lugar.
-Gracias por tu pañuelo- dijo ella devolviéndoselo al muchacho de gafas que tenía enfrente.
-Quédatelo, te puede ser útil en el camino y lamento lo sucedido- dijo el avergonzado muchacho sin poder evitar sonrojarse.
Aun con todo él sentía algo que le llamaba la atención y que lo empujaba a conocer más a aquella muchacha por la cual bajo extrañas circunstancias tenía al frente.
-Me llamo Dante- dijo él tomando la iniciativa- por si te interesaba saber mi nombre.
La muchacha de hermosos ojos no pudo contener un gesto de sonrisa por el comentario hecho por aquel desconocido que por extrañas razones le inspiraba confianza.
-Mi nombre es Beatrice- dijo ella devolviendo el gesto de cortesía.
Luego de mencionar su nombre el joven Dante no pudo evitar paralizarse y mostrar su repentino asombro por lo que acababa de oír. Seguramente sería una coincidencia pero una muy extraña, aún con todo se repuso de inmediato para que su nueva compañía no se diera cuenta de su expresión y repentinamente no pudo contener el dibujar una sonrisa en su rostro.
-Mucho gusto- añadió el dando su mano a la atractiva muchacha.
La joven Beatrice de hermosos ojos, notó que el joven se había asombrado luego que ella mencionara su nombre y no pudo evitar preguntar:
-Disculpa la curiosidad, pero noté que te pasó algo cuando mencioné mi nombre y luego mostraste una sonrisa, te parece gracioso mi nombre?- dijo ella en tono conciliador para romper la tensión que aún habia por lo que había pasado minutos antes.
-No es eso, solo que... Nada olvídalo.- dijo él y rápidamente por su cabeza se le cruzó la idea que no tenía que dejar ir a aquella joven que recién acababa de conocer. Y por una extraña razón el prosiguió.
-Disculpa que proponga esto, espero no sea muy atrevido de mi parte, pero como notarás mi café esta por los suelos y mi cuerpo está empezando a sentirse helado. Te gustaría acompañarme a tomar una taza de café o lo que desees? Aún me siento culpable por haber arruinado tu chalina.- dijo él sorprendiéndose a sí mismo ya que no suele hacer eso a menudo.
La joven Beatrice había escuchado esa serie de cosas muchas veces y por lo general solía rechazar ofertas de ese tipo por considerar que sólo conllevarían a malentendidos. Sin embargo esta vez era diferente, Dante le inspiraba confianza y su manera de expresarse y su caballerosidad eran algo poco común por lo cual, sorprendiéndose así misma aceptó.
-Esta bien, con la condición que me dejes pagar a mi, yo fui la que chocó y provocó que tu café este por los suelos.- Dijo ella con sinceridad mirando fijamente a los ojos del joven de gafas de nombre Dante.
-De ninguna manera- dijo él como por un acto de inercia, llamándole la atención aquel gesto de la joven muchacha- Yo fui el que te propuso la invitación y sería una descortesía de mi parte permitir que tú pagues la cuenta.
Aquel comentario hizo que Beatrice dibujara una sonrisa en su rostro pero no pudo darle la contra al muchacho de gafas que no hacía mas que hacer uso de caballerosidad. Ella se había topado con muchos tipos así pero por primera vez sentía que esta vez había algo diferente, algo mas sincero en las cosas que él decía.
Se dirigieron a un restaurante cerca del lugar y ambos se sentaron cerca a unas mesas con vista al mar. Llamaron a una apuesta señorita que apuntaba los pedidos y minutos después ambos se encontraban con sus respectivas tazas en la mesa.
-Disfruto mucho ver el mar- dijo el joven Dante dando pie a la conversación entre ambos.
-Es mi lugar favorito- prosiguió ella asombrada por lo que el joven acababa de decir.
-De vez en cuando vengo al lugar a leer un poco y contemplar lo que hay alrededor- mencionó el joven sin evitar sorprenderse por lo que ambos tenían en común.
-Hago lo mismo- añadió ella, sin evitar ver el libro que el joven puso a un lado. -Qué estas leyendo?- dijo ella al instante.
-La Divina Comedia- respondió el joven- En realidad ya lo acabe de leer y me gustó mucho- añadió finalmente él.
-Ahora entiendo por que te pusiste así cuando te dije mi nombre- añadió la joven sin disimular una sonrisa luego de decir aquello.- También disfruto mucho de la lectura y La Divina Comedia es uno de mis textos favoritos y mi padre me puso Beatrice precisamente por el personaje que aparece en el libro.
Aquel comentario no hizo mas que avergonzar a Dante que inmediatamente se sonrojo y solo atinó a decir:
-Pues si, esa es la razón por la que me puse así hace un momento, son extrañas coincidencias que a veces no esperas pasar.- Dijo él nuevamente asombrado por aquel otro punto en común entre ambos. El mar, los libros. Se sentía como raro por lo que estaba pasando, pero sin embargo le interesaba cada vez mas su acompañante.
Por otro lado, la joven Beatrice también se mostraba asombrada por su nuevo acompañante, ambos compartían cosas en común y por más que internamente se resistía a pensar cualquier otra cosa, el momento hacía que todo fluya naturalmente.
Ambos conversaron como si se conocieran de años. El joven Dante sentía que podía ser él mismo y encontraba a una persona que compartía muchas cosas en común con él. Algo poco extraño ya que él consideraba siempre ser un poco diferente al resto y las chicas que conocía no compartían las actividades de él. La joven Beatrice también disfrutaba de aquella conversación y por alguna extraña razón se sentía cómoda con una persona a la que acababa de conocer y parecía conocer de toda la vida.
Los minutos pasaban y la puesta de sol iba llegando a su fin, reflejando en el rostro de aquellos jóvenes sonrisas y un placer por la conversación sostenida.
Pasaban las horas y el restaurante iba quedándose sin comensales y Dante aparte de conversar con la bella Beatrice no podía apartar sus pensamientos tratándose de explicarse qué estaba pasando, porqué se sentía así, algo que no había sentido antes. La joven Beatrice, por su parte disfrutaba también de la conversación, era algo que no hacia hace mucho tiempo, sin embargo no podía alejar de su mente algunos traumas que arrastraba del pasado y de manera intempestiva aquello pudo mas y haciendo uso de su diplomacia, miró su reloj:
-Lo siento Dante, es un poco tarde y no puedo llegar tarde a mi casa. Tengo que retirarme, disfruté de la conversación pero procedo a retirarme, un gusto haberte conocido y gracias por todo- Dijo ella presurosamente causando un desconcierto en el joven pero sabía que en el fondo era lo mejor.
-No entiendo- dijo él- pensé que te sentías cómoda si deseas yo te puedo llevar en taxi a tu casa cuando me lo indiques.- Dijo el joven con cierto nerviosismo, se despojó de sus variables, de sus probabilidades y de sus análisis, lo único que quería era no dejar que aquella muchacha se alejara de él.
-Es mejor así- replicó ella- Soy un poco extraña no lo entenderías, nuevamente reitero mi agradecimiento pero tengo que retirarme, no te pido que lo entiendas, solo que lo aceptes.- Y diciendo esto, Beatrice se paró de su silla y dándole la mano a un desconcertado Dante salió del restaurante, pero antes de retirarse presurosamente no pudo evitar oír la voz del joven que le decía.
-Mañana estaré por acá a la misma hora, por si te interesa volver a verme- dijo un desconcertado Dante que no pudo reaccionar y que luego lamentó no haber hecho nada más que dejar ir a aquella joven que le hacía sentir algo que no comprendía. Luego de ello solo vio la figura de la muchacha perderse entre la gente hasta perderla de vista.
Camino a casa, Beatrice miraba por la ventana del taxi y no podía sacarse de la cabeza a aquel joven de gafas que había conocido y por esas cosas de la vida ahora no solo tenía su curiosidad sino también su atención. Se reprochó a ella misma las cosas del pasado, que le había hecho poner fin a aquel buen momento para desaparecer de aquel encuentro que aún recordaba y deseaba volver a repetir.
Dante no entendía bien lo que pasaba, ya estaba llegando a su casa y en la soledad de su cuarto se preguntaba a si mismo, por que no le pedí algún número telefónico o algo como ubicarla, pero también sabía que aquella repentina huida de la joven fue inesperada y no le dio tiempo a reaccionar. No podía sacarse de la cabeza aquellos hermosos ojos que quedaron grabados en él como quien guarda recuerdos para toda la vida y por mas extraño que parezca empezó a plantearse: "Estoy enamorado? Esto es lo que sintió Aliguieri cuando vio a Beatrice siglos atrás en las calles de Florencia?". La cabeza le daba vueltas y no pudo dormir esa noche solo necesitaba estar nuevamente con ella, tenerla a su lado y mirándola a los ojos decirle que no pretendía se fuera nunca mas de su lado, algo descabellado, pero era lo que él sentía y deseaba con todo su ser en ese momento.
Beatrice echada en su cama, no podía sacarse de la mente a aquel joven que ya empezaba a despertar en ella emociones que creía olvidadas, pero se le cruzaba por la cabeza el pasado tormentoso que aún no la dejaba ir. Trató de dormir y olvidar todo pero no pudo, no se explicaba el por que pero solo quería estar al lado de Dante, de su sentido del humor y de su caballerosidad. Pero no daba marcha atrás con sus traumas y empezó a llorar en la soledad de la noche, hasta finalmente quedarse dormida.
Dante pudo dormir algunas horas y se preguntaba si la muchacha acudiría a su encuentro el día siguiente, lo más probable por la manera en que se fue era que no, pero la esperanza era lo último que pensaba perder, dejo al lado su racionalidad y solo apelaba a que aquella joven estuviera sintiendo lo mismo que él, era lo que más deseaba en el mundo en aquel momento. Era ilógico pensarlo pero ya lo estaba haciendo y lo que alguna vez pensó no fuera posible, hoy le tocaba vivir a él, esperando si la muchacha iría o no. Era algo que definiría lo que ahora él consideraba su felicidad.
Seis de la tarde, un cansado Dante se encontraba en el lugar donde un día antes había pasado los minutos más felices junto a la que unos días antes fue una totalmente desconocida Beatrice. Mientras aguardaba, se preguntaba si Aliguieri también habría sufrido aquella angustia en momentos así. No le importaba eso ahora, solo necesitaba aunque sea volver a ver a su nueva musa, aquella que le quitó el sueño y fuese cual fuese el motivo él no pretendía olvidar.
La noche iba llegando, la puesta de sol caía y Dante pocas veces se había sentido mal cerca al mar. Hoy era el día en que el mar seguramente lejos de darle tranquilidad para leer sus libros, solo le haría recordar aquel desamor que un día creyó improbable y un día como ese solo era lo que él creía estuvo esperando.
Ya se resignaba a regresar a su casa, no pudo contener algunas lágrimas de tristeza, de impotencia por no haber retenido a la joven un día antes. Empezaba a dirigirse al paradero cuando de manera inesperada a lo lejos escucho una voz que se confundía con el sonido de las olas:
-"Dante...Dante..."
Era la voz que de inmediato hizo el joven de gafas voltee al encuentro que había soñado, que creía habia esperado por siempre y sin darse cuenta hoy tenía la oportunidad de acontecer.
Y ahí la tenía a varios metros de distancia. La bella Beatrice, se acercaba caminando hacía él algo temerosa y sus hermosos ojos irradiaban una pasión que él no podía concebir ni con toda la imaginación posible, no lo podía creer, ella habia ido a su encuentro y por alguna razón el no tenía intención alguna de volverla a dejar ir.
Mientras caminaba, la joven Beatrice solo pensaba en Dante, no sabía lo que estaba pasando, ella solía burlarse de las novelas que presentaban casos así, pero entendió que era real, que era posible, que si alguien lo había escrito era por que lo había pasado y en un momento como ese dejo sus miedos a un lado y solo caminaba al encuentro de aquel joven de gafas que le había hecho revivir sentimientos que creía olvidados.
Ambos se encontraron en el silencio de la noche, bajo la luz de la luna que era testigo de aquel nuevo encuentro. Dante solo se limitó a mirarla, no sabía que decir y en realidad no le importaba decir algo, solo quería volver a verla, ver aquellos hermosos ojos que lo tenían loco, ver su cabello enredarse por la corriente de aire que enfriaba el tiempo pero no sus emociones.
-Me alegra que hayas venido.- atinó a decir el mientras no dejaba de contemplar a la que ahora el creía era su amada.
-Dude mucho en hacerlo, pero acá me tienes.- dijo ella mientras peinaba su pelo alborotado por el viento- lamento haberme ido ayer de esa manera pero es que...
-No digas nada- interrumpió Dante.- Lo que importa es que estás acá. Sabes? quisiera decirte mucho pero se que pensarías que esto es descabellado, y ciertamente lo es...
-No digas nada ahora tú- interrumpió con una sonrisa Beatrice- Siento que en momentos así las palabras sobran y lo descabellado deja de serlo para volverse una realidad.
Un largo silencio se hizo entre ambos, que solo se contemplaban uno al otro, no se atrevían a dar un paso adelante, en el fondo ambos sabían que era muy rápido para ello. Sin embargo era lo único que querían hacer y alguien tenia que dar la iniciativa.
Dante se encontraba parado, no le importaba el frío ni nada a su alrededor solo era él y ella en medio de aquel lugar que los había hecho reunir. De pronto vio que la joven dejo desprender una lagrima de sus hermosos ojos que se pusieron vidriosos y acelerando el paso ella lo abrazó y no pudo evitar dejar caer algunas lágrimas que Dante percibió.
En momentos así Dante solía preguntar que pasaba o explicarse que pasaba, sin embargo no dijo nada y solo la abrazaba sabiendo que era lo mejor que podía hacer, lo único que quería hacer.
Ambos encontraron su mirada luego de un rato, ella con sus hermosos ojos no dejaba de mirarlo y él no hacía mas que agradecer a la vida por aquel momento, cuando entonces sucedió. Un beso entre ambos para sellar el momento, un beso que se hizo interminable, que los aisló de la realidad y les hizo vivir un momento que jamás habían pasado. Dante no quería que el momento acabe y la joven Beatrice no tenía intenciones que esto suceda por lo cual ambos se confundieron entre la noche alumbrada por la luna.
Era lo más genial que le había pasado a Dante y en medio de ese momento que marcaría su vida para siempre y el de ella también seguramente no pudo evitar traer a su recuerdo aquella frase del libro de Aliguieri que le había llamado la atención y que selló entre ellos dos su inolvidable noche para siempre y que no dudó en decirlo al oído de su amada:
"Recuerda esta noche, por que marca el inicio de la eternidad..."
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