Por:
Jefferson Valdivia
“Roba pero
hace obras”. Me tomé el atrevimiento de iniciar con esta nefasta frase esta
columna de opinión a un día de las elecciones municipales. Elecciones, que al
igual que las últimas décadas de política peruana, ha sufrido de una
estrepitosa degeneración con el pasar de los años. Es muy complicado tratar de
ser optimista dentro de un entorno donde una sociedad cada vez más carente de
valores, de sensibilidad por los hechos y de patriotismo, parece haber
resignado y relegado cualquier intento de cambio, por lo menos en el corto
plazo.
No quiero
sonar apocalíptico, pero encontrar una luz al final del túnel parece cada vez
más remoto en un país donde encontrar un buen candidato, es similar o más
complicado que encontrar una aguja en medio de un pajar. Pero en las últimas
semanas me he venido preguntando, ¿es realmente un problema de los políticos
que nos representan o es un problema de los electores que ponen a los políticos
en el poder? Tal vez es un poco vulgar o un poco violento ponerle el título de “político”
a la lista de personajes (unos más pintorescos que otros) que tenemos que
tolerar en cada elección y aunque la respuesta a mi pregunta me pareció ser
bastante obvia al inicio, luego de algunos minutos contemplé otra posible
respuesta, y esa respuesta a una nueva pregunta, enfrascándome así en un
círculo vicioso tal vez más complicado que llegar a descifrar si fue primero el
huevo o la gallina.
Y me
quisiera centrar únicamente en lo que está pasando en estas elecciones
municipales, dado que si queremos profundizar un poco más allá y ser atrevidos
introduciéndonos en los turbios campos de la política nacional, tal vez se
requeriría de un libro más grueso que la biblia para poder tratar de entender
como se ha llegado a degenerar tanto nuestra clase política, pero retomando al
punto (teniendo en cuenta que se puede establecer un paralelismo con lo que
pasa a nivel nacional) nuevamente nos encontramos en un callejón sin salida,
donde estamos prácticamente con un arma en la cabeza para poder elegir entre lo
que tenemos en la cartilla electoral (incluyendo el voto nulo) sabiendo
penosamente que lo que pase el día de mañana 7 de octubre será producto de una “decisión
mayoritaria” elegida entre veinte candidatos al sillón municipal.
Las
encuestas parecen haber “limpiado la cancha” a los candidatos favoritos (y
haciendo la salvedad que la descripción de los mismos en este post a
continuación no necesariamente se presenta en el orden del porcentaje en las
encuestas, sobre todo las que no se han publicado estos días); representada por
aquel que se muestra como el militar que luchará contra la delincuencia y que
tiene las agallas para poder volverle la seguridad a Lima (algo que tenemos que
escuchar casi siempre con una vaga ilusión de que es poco probable que sea así)
como es el señor Urresti, con un perfil más chabacano, coloquial, de llegada a
la gente, de decirle al pueblo lo que el pueblo quiere escuchar, un pueblo que
parece necesitar ser alimentado de promesas bonitas sin importar si es que
podrán o no ser cumplidas, ya que a estas alturas parece más importar una
promesa que una acción, un perfil similar al de Humala en su momento. Por otro
lado tenemos al señor Muñoz, un candidato que ha mostrado un increíble crecimiento
en las últimas encuestas (apoyado en parte también por la prensa que nos llenó
hasta la saciedad de su candidatura) y que podría ser el candidato que de la
sorpresa este domingo, un candidato que repuntó casi tarde y que eso
seguramente fue muy favorable para sus intenciones dado que no dio mucho margen
a sus opositores a que se pongan a husmear como canes en su vida pasada para
ver si encontraban un chicharrón no comido que pueda tumbar su candidatura. Por
momentos me hace recordar a nuestra flamante ex presidente PPK, un candidato
que se mostraba con menos anticuerpos y representó para muchos una esperanza de
cambio.
También está
el señor Reggiardo, el llamado “caballo de Troya” del fujimorismo dado sus
constantes vinculaciones con el partido naranja, algo que parece haberle
restado más que sumado en las últimas semanas, así como su soberbia y ego (o
tal vez torpeza de sus asesores) de no participar en los debates municipales,
que para otros candidatos como Muñoz, parece haber sido como su trampolín a la
fama. Reggiardo ha relegado sus posibilidades en las últimas semanas y todo
haría indicar que no ocuparía el sillón municipal. Sorpresivamente, y
sinceramente digo sorpresivamente, por momentos algo inaudito ponía a Belmont
como uno de los favoritos en estas elecciones. Su carta de presentación
despotricando xenofobia contra los venezolanos, compartiendo la indignación de
un puñado de limeños contra la inmigración del país hermano, pareció poner al
señor en una posición expectante, pero luego de algunas semanas de falla tras
falla (también recalcadas reiteradas veces por la prensa) parece haberlo
hundido por debajo del 10% según la última encuesta publicada, un hundimiento
que parecía ser coherente con sus faltas de propuestas y sus torpezas políticas.
Finalmente
viene el resto, el grupo de candidatos que se pelea para salir del tristemente
célebre “otros” donde tal vez lo más rescatable sea Beingolea, un candidato del
PPC con una solvencia de ideas y capacidad indiscutida, pero que su falta de
llegada a ese gran pueblo popular limeño parece haberlo puesto más atrás,
lamentablemente.
Así que
mañana, tenemos un deber cívico que cumplir, cada uno de nuestros votos
decidirá quien ocupe un lugar en el próximo sillón municipal (recalco esta
última parte, ya que no me atrevería a decir que el candidato que gane cambie
poco o nada la actual situación de Lima) así que nos queda ir a sufragar y
manchar nuestro dedo, pegar nuestro sticker al DNI y sentarnos a ver como la
democracia hace lo suyo y nos pone al nuevo capitán de este barco llamado Lima,
un barco que parece estar siendo hundido por todos los males que nos acechan
pero que al final, parece resistirse a hundirse.
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