sábado, 6 de octubre de 2018

A un día de las elecciones



Por: Jefferson Valdivia

“Roba pero hace obras”. Me tomé el atrevimiento de iniciar con esta nefasta frase esta columna de opinión a un día de las elecciones municipales. Elecciones, que al igual que las últimas décadas de política peruana, ha sufrido de una estrepitosa degeneración con el pasar de los años. Es muy complicado tratar de ser optimista dentro de un entorno donde una sociedad cada vez más carente de valores, de sensibilidad por los hechos y de patriotismo, parece haber resignado y relegado cualquier intento de cambio, por lo menos en el corto plazo.


No quiero sonar apocalíptico, pero encontrar una luz al final del túnel parece cada vez más remoto en un país donde encontrar un buen candidato, es similar o más complicado que encontrar una aguja en medio de un pajar. Pero en las últimas semanas me he venido preguntando, ¿es realmente un problema de los políticos que nos representan o es un problema de los electores que ponen a los políticos en el poder? Tal vez es un poco vulgar o un poco violento ponerle el título de “político” a la lista de personajes (unos más pintorescos que otros) que tenemos que tolerar en cada elección y aunque la respuesta a mi pregunta me pareció ser bastante obvia al inicio, luego de algunos minutos contemplé otra posible respuesta, y esa respuesta a una nueva pregunta, enfrascándome así en un círculo vicioso tal vez más complicado que llegar a descifrar si fue primero el huevo o la gallina.
Y me quisiera centrar únicamente en lo que está pasando en estas elecciones municipales, dado que si queremos profundizar un poco más allá y ser atrevidos introduciéndonos en los turbios campos de la política nacional, tal vez se requeriría de un libro más grueso que la biblia para poder tratar de entender como se ha llegado a degenerar tanto nuestra clase política, pero retomando al punto (teniendo en cuenta que se puede establecer un paralelismo con lo que pasa a nivel nacional) nuevamente nos encontramos en un callejón sin salida, donde estamos prácticamente con un arma en la cabeza para poder elegir entre lo que tenemos en la cartilla electoral (incluyendo el voto nulo) sabiendo penosamente que lo que pase el día de mañana 7 de octubre será producto de una “decisión mayoritaria” elegida entre veinte candidatos al sillón municipal.

Las encuestas parecen haber “limpiado la cancha” a los candidatos favoritos (y haciendo la salvedad que la descripción de los mismos en este post a continuación no necesariamente se presenta en el orden del porcentaje en las encuestas, sobre todo las que no se han publicado estos días); representada por aquel que se muestra como el militar que luchará contra la delincuencia y que tiene las agallas para poder volverle la seguridad a Lima (algo que tenemos que escuchar casi siempre con una vaga ilusión de que es poco probable que sea así) como es el señor Urresti, con un perfil más chabacano, coloquial, de llegada a la gente, de decirle al pueblo lo que el pueblo quiere escuchar, un pueblo que parece necesitar ser alimentado de promesas bonitas sin importar si es que podrán o no ser cumplidas, ya que a estas alturas parece más importar una promesa que una acción, un perfil similar al de Humala en su momento. Por otro lado tenemos al señor Muñoz, un candidato que ha mostrado un increíble crecimiento en las últimas encuestas (apoyado en parte también por la prensa que nos llenó hasta la saciedad de su candidatura) y que podría ser el candidato que de la sorpresa este domingo, un candidato que repuntó casi tarde y que eso seguramente fue muy favorable para sus intenciones dado que no dio mucho margen a sus opositores a que se pongan a husmear como canes en su vida pasada para ver si encontraban un chicharrón no comido que pueda tumbar su candidatura. Por momentos me hace recordar a nuestra flamante ex presidente PPK, un candidato que se mostraba con menos anticuerpos y representó para muchos una esperanza de cambio.

También está el señor Reggiardo, el llamado “caballo de Troya” del fujimorismo dado sus constantes vinculaciones con el partido naranja, algo que parece haberle restado más que sumado en las últimas semanas, así como su soberbia y ego (o tal vez torpeza de sus asesores) de no participar en los debates municipales, que para otros candidatos como Muñoz, parece haber sido como su trampolín a la fama. Reggiardo ha relegado sus posibilidades en las últimas semanas y todo haría indicar que no ocuparía el sillón municipal. Sorpresivamente, y sinceramente digo sorpresivamente, por momentos algo inaudito ponía a Belmont como uno de los favoritos en estas elecciones. Su carta de presentación despotricando xenofobia contra los venezolanos, compartiendo la indignación de un puñado de limeños contra la inmigración del país hermano, pareció poner al señor en una posición expectante, pero luego de algunas semanas de falla tras falla (también recalcadas reiteradas veces por la prensa) parece haberlo hundido por debajo del 10% según la última encuesta publicada, un hundimiento que parecía ser coherente con sus faltas de propuestas y sus torpezas políticas.

Finalmente viene el resto, el grupo de candidatos que se pelea para salir del tristemente célebre “otros” donde tal vez lo más rescatable sea Beingolea, un candidato del PPC con una solvencia de ideas y capacidad indiscutida, pero que su falta de llegada a ese gran pueblo popular limeño parece haberlo puesto más atrás, lamentablemente.

Así que mañana, tenemos un deber cívico que cumplir, cada uno de nuestros votos decidirá quien ocupe un lugar en el próximo sillón municipal (recalco esta última parte, ya que no me atrevería a decir que el candidato que gane cambie poco o nada la actual situación de Lima) así que nos queda ir a sufragar y manchar nuestro dedo, pegar nuestro sticker al DNI y sentarnos a ver como la democracia hace lo suyo y nos pone al nuevo capitán de este barco llamado Lima, un barco que parece estar siendo hundido por todos los males que nos acechan pero que al final, parece resistirse a hundirse.

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