Era viernes 17 de julio del 2015, me levanté temprano a las 6
am, para variar aunque me encuentre de vacaciones aún no puedo hacer que me
organismo descanse más, había llegado el día que luego de un año volvía a
encontrarse con una legión de seguidores. La Feria Internacional del Libro de
Lima 2015 iba a abrir sus puertas desde temprano.
Once de la mañana y un grupo reducido de personas se iba
concentrando en las afueras de la Feria, ubicada en el Parque Los Próceres de
Jesús María. Destacaban personas de edad, escolares, universitarios y familias
que de manera entusiasta debatían sobre lo que esperaban encontrar este año en
la feria. Los medios de prensa hacían lo propio alistando sus cámaras y probando
los diferentes enfoques de sus lentes. Los minutos pasaban y las ventanillas aún
no abrían, a pesar de haber sido anunciado que once de la mañana en punto se
daría inicio a la inauguración. Considero que para no perder la costumbre de las
buenas prácticas peruanas el evento dio inicio media hora más tarde de lo
pactado. Once y media de la mañana ante la incomodidad de una cola que llegaba a
alcanzar la longitud de una cuadra las ventanillas iniciaron la atención al
público con precios módicos de cinco soles entrada general y tres soles para
universitarios. A pesar del pequeño, por ser generoso, percance inicial, nada
podía opacar lo que dentro nos esperaba.