Por Jefferson Valdivia
Muchas veces me he preguntado porque anteriormente cuando tuve la oportunidad de ir a Cuzco no lo hice. Pasaron cerca ya de 23 años y aún la pregunta no encontraba respuesta.
Junio del 2014. Seguramente venía atravesando los mejores momentos hasta ahora en mi vida profesional. Disfrutaba mi trabajo, me gustaba lo que hacía y me empeñaba por seguir haciéndolo de esa manera, pero algo más pasaba. Había algo más que a pesar de estar pasando por un buen momento a mi corta edad me dejaba un sinsabor que me hacia sentir una nostalgia repentina, por alguna extraña razón me sentía fuera de mi mismo, sentís que las cosas no estaban bien a pesar de aparentemente estarlo.
El viaje a Arequipa seguramente me ayudo a encontrar esa respuesta; mi vida se estaba manejando de una manera desordenada. Tenía 22 años y llevaba el ritmo de vida tan acelerando que por momentos creía tener más. Solía aplacar mi estrés fumándome un cigarrillo, teniendo una vida de full juergas y diversión los fines de semana, no me detenía por nada del mundo. De lunes a domingo tenía los cerca de 24 horas diarias en su mayoría, llenas de actividad.