CAPÍTULO VII
Cuando Jaime se encontraba en el último año de facultad,
sentía que la Universidad no era para él, o mejor dicho él no era para la
Universidad, puesto que al parecer todo aquello que durante años había ido aprendiendo
de los libros y de los grandes autores, sembraron en él aquel deseo por conocer
más allá de lo que normalmente uno puede aprender en los claustros
universitarios que tanto él quería y defendía.
Ya se encontraba a meses de finalizar la carrera, a meses
del tan ansiado día donde daría el paso que muchos habían estado esperando,
cuando tuvo que tomar la decisión más importante de su vida hasta ese entonces.
Después de dos meses dándole vueltas al asunto, entendió
que el Derecho era una buena carrera, pero que no satisfacía sus ambiciones,
sus expectativas como persona. Luego de varias conversaciones con algunas
personas cercanas, tomó la decisión de dejar la carrera.
No había sido nada fácil tomar aquella decisión, puesto que
sus familiares se negaron a aceptar aquello. No podían creer que a tan poco de
“la meta” diese un paso al costado, para enrumbarse en un camino que ni él
mismo conocía y ni que él mismo podía identificar.
A raíz de eso constantemente recibía la visita de sus
familiares y de sus amigos, haciendo vanos intentos de recuperarlo, de hacerlo
entrar en razón y que retomase nuevamente la carrera, no le faltaba mucho y al
dejar el Derecho, también tuvo que renunciar a la empresa en la cual trabajaba,
una empresa importante y reconocida como una de las mejores firmas de leyes a
nivel mundial.
Tuvo muchas discusiones con su familia, lo cual condujo que
él tomara la decisión de marcharse de su hogar. No fue fácil aquello, en
realidad no sabía si la decisión más difícil había sido dejar su carrera o
dejar su hogar, pero ya estaba hecho. Su orgullo lo condujo a eso y ya no podía
tolerar que diariamente le reprochasen una cosa u otra. Así era Jaime, un tipo
orgulloso.
Se mudó a un pequeño cuarto que alquiló a algunas cuadras
de su casa. En la soledad de aquella austera habitación, solía pensar que
pasaría más adelante, que le depararía el destino y si lo que había hecho era
lo correcto.
En varias ocasiones casi regresa a su hogar, pero luego se
reponía y sabía que había tomado una decisión, aunque realmente no supiese que
quería hacer en ese momento, lo que tenía bien en claro es que seguiría fiel a
sus ideales, con esas ganas de superación, con esas ganas de pretender ser
alguien y de hacer cosas importantes.
Pasaron algunos meses donde había perdido comunicación con
sus padres, ya no lo llamaban mucho y él no tenía intenciones de hacer lo
mismo. En el fondo se sentía traicionado por aquellas personas que dijeron en
un momento apoyar lo que su hijo Jaime decidiera. Esa vez no fue así y muy por
el contrario de darle su apoyo, confiando en los ideales que Jaime tenía y que
ellos antes de esa decisión apoyaban, le dieron la espalda y eso no era algo
que Jaime esperaba.
De vez en cuando solía recibir la visita de algunos amigos
de colegio y ex universidad, aquella casa de estudios que por encima de todo, él extrañaba, pero por lo general paraba sólo en su casa, tratando de ver que
iba a pasar. Al parecer las cosas no empezaban a salir como él quería y eso le
estaba generando un gran temor a Jaime.
No salía casi nunca y trataba de gastar en aquello que resultaba
realmente útil para seguir viviendo. Si, aunque aquello resultase fuerte, era
el término más adecuado: seguir viviendo.
En esas extrañas ocasiones donde solía salir para olvidarse
de los problemas de vez en cuando, fue que se encontró con una amiga de universidad,
una que vivía cerca de su casa y que de vez en cuando solía visitarlo. Ella no
estaba sola, estaba acompañada de otra amiga que Jaime no conocía y que su
amiga universitaria se encargaría de presentar: Jessica Hurtado.
CAPÍTULO VIII
—
Te presento a Jessica— había
asociado con claridad aquel momento cuando mi querida amiga Gaby me presentó a
Jessica.
No
atravesaba el mejor de los momentos, no me sentía deprimido ni abandonado, pero
tampoco puedo negar que era el mejor de mis momentos, era por ello que por un
tiempo había evitado encontrarme con amigos y familiares pues quería evitar
esas incómodas preguntas y yo tener que dar incómodas respuestas: ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo? Y tener
que decir ¿Nada, no sé qué hacer con mi vida
ahora?, me hubiese gustado decir eso pero el orgullo no me lo permitía, así
que sólo atinaba a decir Estoy bien,
actualmente me encuentro trabajando en un proyecto de inversión. En ese
entonces me las trataba de ingeniar para dar a través de un juego de palabras
salidas rápidas a preguntas que me resultaban incómodas.
—
Mucho gusto— me acerqué y di
un beso en la mejilla a mi nueva conocida. Rápidamente me percaté que su pelo
lacio emanaba un agradable olor, algo que de inmediato quedó grabado en mis
sentidos y era difícil de evitar.
Cuando regresé nuevamente a la realidad ya que naturalmente
solía caminar por la calle un poco ido en mis pensamientos, me percaté de la
simpática señorita que tenía frente a mí.
Por alguna extraña razón me sentí avergonzado, aunque en
realidad creía saber a qué se debía. El tiempo viviendo solo tratando de pensar
que iba a hacer más adelante, había hecho que me descuide un poco, llevaba días
sin afeitarme y aquel día cuando salí a caminar me encontraba vestido de una
manera poco usual, como si de la cama me hubiese animado a caminar a la calle. Estaba
con unos pantalones un poco desgastados por el paso del tiempo, una camisa a
cuadros que conservaba de algún tiempo atrás, unas pantuflas color marrón con
unas inscripciones que nunca llegué a entender y una gorra para tratar de que
algunos amigos o vecinos trataran de ignorar mi presencia.
Jessica era una persona de tamaño promedio, cabello lacio y
ojos grandes. Cuando caminaba trataba de pasar desapercibida, al parecer no disfrutaba
mucho de ser piropeada por algún casual transeúnte que se atravesara por su
camino. Tenía una bonita sonrisa, sonrisa que se dibujaba en su rostro sea por
alegría o por nerviosismo o asumo yo, por cualquier cosa. Siempre sonreía y era
algo que llamaba mucho la atención.
En aquel momento vestía una gorra tejida color rojo, que
cubría la parte superior de su cabellera, el clima hacía que se vea obligada a
vestir una casaca roja también que parecía entallar con su delicada figura y un
pantalón jean color marrón oscuro que combinaba perfectamente con sus botines
que hacían ver en ella una persona que por lo menos, a diferencia mía en aquel
momento, procuraba salir a la calle vestida de una mejor manera.
—
¿No tienes frio?— dijo Jessica
con una sonrisa en el rostro, haciendo un gesto como si se abrigará al parecer
haciendo alusión a mi falta de polera o casaca ante una temperatura que parecía
descender con el paso de los días.
Al parecer mi amiga Gaby se había percatado que me había
avergonzado y estaba a punto de sonrojarme, entendía perfectamente que mis últimas
semanas no habían sido de las mejores y por ello el hecho de estar ahí afuera
en la calle, ya era bastante.
—
Jaime siempre ha sido así—
dijo Gaby— desde que nos conocemos siempre se la ha querido dar de valiente
caminando por las calles en invierno como si estuviese en verano, media extraño
es mi amigo— concluyó, con una sonrisa en el rostro que parecía decirme tranquilo amigo, todo está bajo control, y
al parecer aquello funcionó ya que Jessica (no sé si entendiendo el mensaje o
no) regresó a su postura original y solo atinó a dibujar nuevamente una sonrisa
en su rostro.
— Jessica
estudia medicina— continuó Gaby, tratando de cambiar de tema para no hacerme
sentir incómodo, algo que mentalmente agradecí.
— Ah
mira tú, que bueno— me animé a decir para continuar con la ilación de la nueva conversación.
—Ya me preguntaba por qué no te había visto antes en algún otro lado— concluí
mi intervención con una sonrisa que me permitió salir del episodio anterior.
—
Si es cierto, estoy en cuarto
año de medicina y como tú entenderás es una carrera que demanda bastante tiempo
por lo que de vez en cuando suelo salir, casi nunca. Gaby tiene que ir a mi
casa a sacarme y recordarme que hay vida fuera de las cuatro paredes de mi
hogar— replicó Jessica nuevamente con una sonrisa en el rostro, aquella chica
era puras sonrisas.
Al parecer la conversación había tomado otro rumbo, algo
que me tranquilizó un poco, o por lo menos hasta que nuevamente volví a
escuchar aquella pregunta que tantas veces me incomoda responder y que no esperaba
oír (aunque inconscientemente lo esperaba) en aquel momento:
—
Y tú ¿a qué te dedicas Jaime?—
escuché en su voz nuevamente aquella pregunta que detestaba y en ese momento
detesté más que nunca. Al parecer no generaba el mismo resultado en Jessica,
para ahí frente a mí con una sonrisa dibujada en el rostro.
Por otro lado, Gaby se sonrojó y también notó que yo
empezaba a ruborizarme, ella me conocía de años, no sólo de la Universidad sino
que había estudiado conmigo la primaria y la secundaria completa y vivía cerca
de mi casa. Se percató rápidamente que la pregunta me resultó incomoda aunque no
lo demostraba porque no solía demostrar cuando estaba incómodo. Era algo que
los años haciendo política en la facultad me habían enseñado.
La pregunta me congeló por un momento, trataba de fabricar
una respuesta en el menor tiempo posible, rogaba porque los segundos se hubiesen
hechos minutos y si fuese posible horas, quería dar una respuesta coherente que
no me hiciese quedar mal. Miraba con desconcierto a Gaby que al parecer esta
vez no encontraba una respuesta ni una salida a tan incómoda pregunta. Volví mi
mirada a Jessica que al parecer no entendía nada de lo que estaba pasando y desde
luego era lógico, no creo que Gaby le hubiese hablado de mí antes ya que no había
razón para hacerlo. De pronto sabía que no podía seguir mintiendo, por lo menos
no ahí y menos delante de Gaby que tan bien me conocía a mí y mi historia.
—
Dejé la Universidad algunos
meses— dije de una manera fría y directa, tratando de ocultar mi incomodidad
acompañando mi respuesta de una sonrisa que no representara alegría pero tampoco
arrepentimiento.
Al parecer la que resultaba incomoda esta vez era Jessica,
pues ahora entendía el por qué me había puesto así segundos antes. Me percaté
que volvió a sonreír, pero esta vez pude notar que su sonrisa era de incomodidad,
una sonrisa que pude traducir como un no
hubiese preguntado eso pero ya está. Miró a un lado para ver a Gaby y mi
querida amiga la miró con una sonrisa que nuevamente pude traducir como un eso es correcto, pero es mejor dejarlo ahí y
no seguir hablando de eso, más tarde te explico los detalles si te interesa
conocerlos.
Traté de tomar las riendas de la conversación, como
demostrando que aquel momento no me había incomodado y rápidamente para no
seguir tensionando el momento dije:
—
¿Y ustedes que hacen por acá,
qué planes tienen?— una pregunta clásica que me permitió desviar el sentido de
la conversación.
— Estamos
yendo a mi casa a ver algunas películas— dijo Gaby sabiendo mis intenciones por
cambiar nuevamente de tema, temas que desafortunadamente me había resultado
desfavorables.
—
Si, acabamos de compras
algunos DVDs y bueno hay que aprovechar que es fin de semana ya que nuevamente
empiezan las clases el lunes— escuché decir a Jessica que al parecer y con una
sonrisa en el rostro nuevamente, entendió que lo mejor era hablar de otra cosa.
Ya empezaba a sentir frío, no sé si es porque la
temperatura descendía más por esas horas o porque aquellas situaciones incómodas
me habían hecho sentir escalofríos, no había sido nada fácil sortear dos
preguntas que me había hecho sonrojar. En ese momento pensé que lo mejor era
retirarme y dejar que aquel par de señoritas también siguieran su camino.
Mi amiga Gaby, que tan bien me conocía pareció entender eso
y prosiguió:
—
Bueno Jaime como entenderás
tenemos varias películas por disfrutar, así que es hora de seguir— dijo Gaby
esperando a que yo replicara su respuesta con una despedida que no tardó en oír.
— Si
tienes razón, no pretendo quitarles más tiempo y ya se está haciendo un poco
tarde y el frío se está empezando a apoderar de mí— contesté mirando a ambas
con una sonrisa y preparándome para despedirme— Espero que se diviertan con sus
películas y ha sido un gusto haberte conocido Jessica.
— El
gusto ha sido mío— contestó casi por inercia la guapa joven que no tardó en dibujar
otra sonrisa en el rostro— Espero que la próxima vez nos puedas acompañar a ver
películas— concluyó mirándome fijamente y era algo que no esperaba oír, sobretodo
en aquel momento, pero por alguna razón sentí alegría al oírlo.
—
Espero que sí— dije ya más
animado— Tengo algunas películas que son muy buenas y espero poder verlas, Gaby
sabe que me gustan las películas— dije y Gaby asintió— Espero les vaya bien, cuídense—
dije finalmente y me acerqué a ambas para despedirme.
Me
despedí de ambas y no pude pasar por alto aquel agradable olor que el cabello
de Jessica parecía poseer no sé si de manera natural, pero que resultaba muy
agradable.
Ese
fue el primer día que nos conocimos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar...